Estos últimos días, en diversos medios de comunicación se ha escrito sobre la necesidad de proceder a la poda de los árboles viejos que hay en Málaga, eliminando aquellos que por razones de seguridad o estética sea necesario. Los conjuntos arboreos -todos- precisan renovación, pues los árboles y las plantas, como todo ser vivo, tienen su ciclo vital.

Cualquiera que se pasee por la avenida Cánovas del Castillo,y también por la parte del Muelle Uno más cercana a la esquina, a poco que alcen la vista, pueden ver el deprimente espectáculo de las ramas secas de los eucaliptos que ciñen los muros de la Coracha en su parte más próxima a la Alcazaba, tanto de día como de noche, pues la iluminación del monumento incluso potencia este efecto y realza la visión de esas ramas secas. Semejantes a árboles de ahorcados de las viejas películas «de miedo». Una vergüenza para la que algunos llamaron «ciudad del paraíso», en gran parte, en homenaje a su vegetación.

La moda de plantar en las laderas de los montes donde se alzan los castillos árabes es una moda relativamente reciente, es del siglo XIX, y se hizo para hermosear el entorno de la Alhambra; después se imitó en Gibralfaro, pues está claro que la función ante todo defensiva de estos lugares imponía que sus aledaños estuvieran pelados o a lo sumo cubiertos de monte bajo de crecimiento natural.

Por todo ello sería una buena iniciativa que los servicios competentes eliminaran esos árboles, que afean el conjunto, e incluso aclararan los demás, para permitir una mejor contemplación de los muros que unen Gibralfaro con la Alcazaba, teniendo en cuanta, además, que los eucaliptos -cuya función de sujección de tierras es innegable- jamás estuvieron presentes en estos pagos en tiempos de los árabes, toda vez que se importaron de Australia en el siglo XIX.

Árboles de GibralfaroEduardo GuerreroMálaga

Mientras la Unión Europea no demuestre austeridad en sus sueldos, gastos sin justificar y niveles de lujo en sus desplazamientos a cargo del erario público de Europa, sus contribuyentes, los europeos, nosotros, no podremos tener la certeza colaboracionista suficiente para que el viejo continente sea un sólo estado con unos dirigentes solidarios con la crisis generalizada, de la que sólo sacan la convicción de presionar a los 27 miembros para que hagamos profundos reajustes y sacrificios en nuestras administraciones, muy paralelos a los de la prostguerra de la dictadura franquista y hitleriana. Mientras, los eurodiputados y altos cargos sólo saben responder a estas aseveraciones, diciendo que sus sueldos y emolumentos están acorde con su trabajo y responsabilidades de sus respectivos cargos y se niegan a recortarlos como a todo hijo de vecino.

Mi opinión, y seguro que la de muchos ciudadanos, coincide en que la recesión europea no tiene por qué distinguir entre unos y otros ciudadanos, sino que ha de aglutinarnos en una solidaridad social sin abusos y espíritu colaborador en salir de esta odiosa crisis. Es por ello que hay que insistir a la UE en que la opinión pública precisa de una actitud ejemplar a la que sin dudar seguirá la sociedad europea sin temor a ser engañosamente gobernada por unos dirigentes con privilegios insolidarios, si éstos no ponen fin a tanto gasto innecesario.

Predicar con el ejemploLluis Vinuesa SerrateMálaga