La banca española no recibe el rescate, sólo una tercera parte de ella, se apresuran. España no es rescatada, sino su banca, aclaran. España no es Grecia, zanjan. Ni Uganda, animan. Son los nones de los 100.000 millones de euros. Los otros 26 países de la Unión Europea pueden decir que no son España en que ninguno se acerca al 25% de paro. Los más próximos están a 8 puntos de distancia. «Croacia no es España», pueden proclamar los croatas con orgullo de empleo (15,90% de paro).

Con la disparidad estadística que se quiera y una actualización nada uniforme, según las cifras del World Factbook de 2008 de la CIA, España sólo puede decir, respecto al empleo, cosas como «España no es Zimbabue (90%), Liberia (85%), Turkmenistán (70%), Tayikistán (60%), Zambia (50%), Nepal (42%) o Camerún (30%)». Los porcentajes pueden haber variado pero sirven para hacerse idea de los países con los que se codean nuestros brazos caídos. Se puede recordar que la mitad de los jóvenes están en paro y subrayar que el 12% de los titulados superiores –se supone que los más preparados y apetecidos por el mercado laboral– no trabaja. Pero no importa. Llega la ayuda a la tercera parte de los bancos de España y se sabe que se pagará de nuevo en empleo. A lo que fue heredado, más los talentos aumentados con la reforma laboral, lo que está en ajuste y en previsión de cierre por impago hay que añadir la clausura de las oficinas bancarias con los consiguientes despidos, más la sangría publica de funcionarios que asegure que el Estado -garante de la ayuda- ha de seguir haciendo recortes. Súmese la prolongación de la vida laboral a los 67 años para retrasar aún más la incorporación juvenil.

Un país del que no se sabe lo que les falta a sus bancos pero que puede decir que le sobran 6 millones de personas, a las que no dedica una sola idea, necesita ser rescatado de sí mismo.