Me dicen que el Viagra falso que circula por internet produce también erecciones falsas. Lo difícil es distinguir una erección falsa de una verdadera, entre otras cosas porque todas tienen algo de quimérico. Tampoco entre nosotros es sencillo diferenciar un gasto público de uno privado. Eso es al menos lo que piensan muchos compañeros del juez Dívar, al que ya no saben cómo justificar. También debe de pensarlo Gallardón, que le dado su apoyo desde el principio. Los delincuentes, si en la cárcel siguen el telediario, deben de alucinar. Casi nada: un ministro de justicia partidario de que los españoles paguemos a escote las cenas con velitas de un señor de luto. Por cierto, que el otro día, por razones profesionales, recalé en uno de los restaurantes del Hotel Puente Romano, de Marbella, y me quedé anonadado, signifique lo que signifique anonadado.

–¿A qué mesa se sentaba Dívar? –pregunté a un camarero que hizo como que no me oía.

Da igual la mesa a la que sentara, todas cuestan lo mismo y puedo asegurarles que salen por un ojo de la cara, o por un riñón, se entiende que por un ojo de la cara de usted y por un riñón mío. Pero es que, según algunos compañeros del juez abusador, el presidente del CGPJ lo es las veinticuatro horas del día. Incluso cuando duerme, dicen, está ejerciendo la alta autoridad que le tocó en la tómbola del mundo. Lo curioso es que por un lado no tuviera una hora de descanso al día y que, por otro, solo currara los martes y los miércoles (a veces, excepcionalmente, los jueves).

¿Provocará una crisis institucional su dimisión? No tiene por qué. En los puestos callejeros de chinos deben de vender presidentes del CGPJ falsos a dos duros. Y les aseguro que es imposible que un presidente falso, visto lo visto, nos salga peor de lo que nos ha salido el verdadero. Aparte de que un presidente chino, como diría el dueño de Mercadona, trabajaría de verdad las 24 horas del día. Personalmente he tenido 7 u 8 erecciones falsas con el Viagra falso de internet y no he notado la diferencia. La erección falsa posee incluso un morbo de la que carece la verdadera. Ánimo.