Málaga acogía hace unos días un encuentro estatal de personas en situación de pobreza y exclusión social, un espacio para compartir reflexiones y conocer la experiencia de quienes mejor conocen los efectos de vivir con la inseguridad que produce carecer de un techo bajo el que guarecerse dignamente o no tener cubiertas las necesidades vitales básicas de su familia. Hablamos de personas como cualquiera de nosotros, que han llegado a padecer esta situación por causas muy diversas y conforman la cara oculta de la crisis económica.

Los testimonios escuchados en este foro promovido por la coalición independiente de entidades sociales que es la EAPN debe servir para darnos cuenta de esa otra realidad palpable que está en la calle, que rara vez aparece en los medios de comunicación y tampoco tienen en cuenta los poderes públicos, más preocupados por la subida de la prima de riesgo, salvar el euro o buscar eufemismos al rescate a la banca. Esta lucha por la supervivencia en tiempos de dificultad máxima nos demuestra las potencialidades que cada persona posee y pone en valor esas pequeñas cosas e iniciativas sencillas que de forma cooperativa se están desarrollando como alternativa real y efectiva a la crisis, medidas fundamentadas en su mayor parte en la solidaridad y la confianza en las personas y que han dado paso al establecimiento de un nuevo modelo socioeconómico, sustentado en la creación de redes de apoyo mutuo, la instauración de sistemas de trueque e intercambio para aprovechar los recursos ya existentes o la consolidación y puesta en marcha de estructuras productivas autogestionadas.

Estos ejemplos de vida vienen a demostrarnos que sí es posible una respuesta ciudadana a la crisis actual desde una perspectiva social y comprometida con las personas, que cualquier iniciativa de transformación de la sociedad pasa por situar a la ciudadanía en el centro del cambio social, permitiéndole ser parte de la solución a los problemas que más afectan al bienestar en estos momentos de incertidumbre y recortes sociales.

Esta toma de conciencia ciudadana y el aumento de participación activa de hombres y mujeres debe ser tenida en cuenta por el conjunto de las administraciones para el desarrollo de políticas públicas, tanto a nivel europeo como estatal y local, que den solución efectiva a los nuevos retos planteados. Esa respuesta a las nuevas necesidades debe traducirse en inversión, garantizando la puesta en marcha de programas de rentas mínimas de inserción, que permitan a cada persona un ingreso acorde a la cobertura de sus necesidades básicas y un acceso adecuado a servicios educativos, sanitarios y de vivienda asequible. Por este camino se construyen sociedades justas e igualitarias, aunque sea más largo y repleto de obstáculos a salvar.

[Olivia Muñoz es Vicepresidenta de Asociación Arrabal-AID]