A mi entender, la principal misión del cofrade es fomentar el culto a los sagrados titulares, mostrando a Cristo en los momentos de su pasión, muerte y resurrección, y lo que ello apenó a su Madre. Con base en lo anterior, el cofrade debe ser altruista, desinteresado y ejemplo de vida cristiana.

Estoy convencido que es un error que el cofrade se dedique casi en exclusiva a su hermandad, abandonando totalmente otras obligaciones. La cofradía debe servirnos como un instrumento más para realizarnos como cristianos y como personas. Hay que trabajar buscando el equilibrio entre el apasionamiento por lo nuestro y la distancia que nos debe imponer el sentido común y la inteligencia para no afectarnos hasta el punto de que finalmente nos suponga una actividad gravosa emocionalmente, cuando debe ser motivo de satisfacción.

Aunque alrededor de las cofradías hay un importante entorno social, económico y cultural, la Semana Santa no tendría sentido sin Dios. Él es la chispa que nos hace diferentes. Él es nuestra razón de ser, quien nos empuja a rememorar todos los años la pasión, muerte y resurrección de Cristo, porque todo sucedió por nosotros, para salvarnos y hacernos saber que todos nuestros sacrificios y buenas obras serán recompensadas en el Reino.

El miércoles pasado tuvimos asamblea general de elecciones en la Agrupación de Cofradías de Semana Santa en la que se proclamó como presidente a Eduardo Pastor (hermano mayor de Sentencia) para gestionar el destino de la Agrupación los próximos, frente a la candidatura que decidí encabezar. Le reitero a Eduardo la enhorabuena y le deseo lo mejor para que sigamos avanzando en una Semana Santa que mejore día a día en todos los aspectos.