Carlos Dívar ha hecho un favor a la Justicia dejando la cabeza del Poder Judicial del país por el escándalo de sus semanas caribeñas en Marbella y el dinero ¿público? empleado en ellas. No hay delito, según las investigaciones preliminares de la Fiscalía, pero la cosa pública está tan emponzoñada que además de serlo hay que parecerlo.

Es indecente que el jefe de los jueces trabaje pocos días en un país con casi seis millones de parados y con la masa de empleados sometida a unas condiciones que cada vez se asemejan más a otros tiempos y otras naciones. España no es Uganda, según de qué hablemos, oiga. Se ha ido, pero no hay que agradecerle nada, porque le ha costado saltar del sillón. Los jueces decanos del país, incluido el de Málaga, con una postura valiente que les honra firmaron un manifiesto denunciando la insostenible situación en la que dejaba a la Justicia la posición de un presidente que jamás debió haber sido nombrado para ocupar semejante puesto.

Tengo para mí que el gesto cosmético no va a servir para regenerar el Consejo General del Poder Judicial, una institución que necesita una renovación tan compleja y profunda que uno ya no sabe si reír o llorar ante la realidad de un órgano en el que los vocales son apéndices de los partidos políticos y en el que la independencia es sólo una palabra, una realidad semántica con pocos efectos prácticos. Es necesario que los jueces elijan a sus jefes; que se endurezca el capítulo disciplinario y que el Poder Ejecutivo tenga funciones supervisoras sobre el proceso de elección aunque sin que pueda mangonear como hasta ahora lo ha estado haciendo. Mérito y capacidad para gobernar a los togados deberían ser las exigencias para el jefe de los jueces. Parece que hablamos de una entelequia, pero el sentido común hace tiempo que abandonó a los políticos.

Malaya

Otro apunte: los funcionarios de la Sala de Malaya han recibido una lluvia de felicitaciones por el buen trabajo realizado durante más de dos años. Sin su concurso no habría salido jamás adelante semejante transatlántico procesal; su buen hacer, su sonrisa permanente pese a la tensión del momento y la importancia de este caso; sus ganas de agradar y la profesionalidad han sido aspectos reconocidos por las defensas en las últimas horas de un juicio que echará el cierre a finales de julio. Hay tres interinos que, pese al inmenso papeleo que queda por hacer, podrían decir adiós a sus puestos por los malditos recortes. Señores políticos: hay cosas que no se pueden recortar y ésta es una de ellas. Mejor miren a las diputaciones.