Unos días antes de que Lehman Brothers inaugurase con su quiebra la actual crisis, ese banco americano disfrutaba de la sobresaliente calificación de triple A con la que la agencia Moody´s premia a las empresas y gobiernos más aplicados. Ahora Moody´s acaba de bajarle la nota hasta el nivel del suspenso a una treintena de bancos españoles, lo que, vistas sus facultades adivinatorias, acaso no sea del todo malo.

Generalmente tan fiables como la bruja Lola en sus predicciones, las agencias de riesgo se han especializado en adivinar el futuro cuando éste ya es pasado y pura arqueología financiera. Poco mérito tiene, desde luego, dictaminar que la banca española está hecha un trapo, una vez que el propio Gobierno se ha sentido en la obligación de pedir dinero para rescatarla de los desatinos perpetrados por sus gestores. Para eso basta con la lectura de los periódicos y sobran analistas expertos.

Los avisos del trío calavera formado por Moody´s, Fitch y Standard&Poor´s hubieran sido probablemente útiles si nos advirtiesen del fregado en el que se estaban metiendo los bancos años atrás, cuando todos ellos contribuían a inflar la burbuja inmobiliaria con sus créditos fáciles, bonitos y baratitos. Lamentablemente, no lo hicieron.

Lejos de alertar sobre las temeridades en que estaba incurriendo la banca española –mayormente, en el ramo de las cajas de ahorro-, las agencias de riesgo apenas detectaron peligro alguno de insolvencia en las entidades a las que tan alegremente califican. Hace solo tres años, los doctos analistas de Fitch otorgaban todavía notas de lo más solvente a la Caja de Castilla-La Mancha que, infelizmente, el Banco de España se vio obligado a intervenir pocos meses después de tan tranquilizadora calificación. Tampoco salía malparada en el examen la Caja de Ahorros del Mediterráneo, que ahora ha pasado ser «lo peor de lo peor»; ni, desde luego, la Cajamadrid que tan cara va a salirle al contribuyente bajo su nuevo nombre de Bankia.

No falta quien atribuya estos errores de cálculo al hecho de que las tres grandes empresas que se reparten el 90 por ciento del negocio sean norteamericanas. Algunos recelan intereses oscuros a favor del dólar y otros, simplemente, consideran que las agencias andan algo escasas de información sobre este país, al que «Moody´s» calificó en uno de sus últimos cuadernos de notas como «República de España».

Lo cierto, sin embargo, es que su capacidad para equivocarse trasciende cualquier frontera. Ni Moody´s, ni Fitch, ni Standard&Poor´s llegaron a intuir siquiera la catástrofe de las finanzas que hoy aflige al mundo y, muy en particular, a Europa. Fue así como, por ejemplo, convalidaron las cuentas llenas de trampas con las que Grecia aprobó su examen de ingreso en el euro. Verdad es que tampoco habían demostrado especial agudeza para verlas venir en su propio país de origen, donde seguían calificando con buena nota a Lehman Brothers, a la aseguradora AIG y al emporio energético Enron poco antes de que esas colosales empresas cayeran en la bancarrota.

Son, por lo que se ve, especialistas en explicar mañana por qué no se cumplió hoy el pronóstico que hicieron ayer; pero el caso es que siguen mandando en los mercados. Y a diferencia de la bruja Lola, los vaticinios de tan peligrosas agencias de riesgo suelen ser dogma de fe para los inversores. Mal asunto para los bancos españoles, obligados ahora a lidiar con el ladrillo y los astrólogos de «Moody`s».