Los Reyes Magos han traído de Oriente el regreso de la producción al Valle de Juguete. Los salarios de aquí ya compiten con los chinos. Mientras en España se ensaya el experimento social del paro masivo (¿cuánto desempleo es capaz de aguantar una sociedad católica y familista, que se ayuda?) en el laboratorio portugués, griego e irlandés, se trabaja específicamente en los salarios bajos generalizados. En Alemania la experimentación social avanzada es absolutamente secreta: los miniempleos y sus minisalarios no aparecen en los informes políticos de Angela Merkel.

Los salarios bajan donde eran altos, suben donde eran bajos y cuanto más pronto acabe esta vuelta al mundo de la globalización, mejor. La fabricación de las motos de Suzuki ha marchado de Gijón a Tailandia, donde el sueldo medio ronda los 300 dólares mensuales (235 euros).

Estando Madrid y Bangkok a 13 horas y media de vuelo, Tailandia ya no queda tan lejos salarialmente. Lástima que todos los organismos internacionales que lavan la boca y mantienen la dentadura del capitalismo no aporten flúor sindical -pese a que el sindicalismo trabaja dentro del capitalismo- y lleguen mucho antes los contratos draconianos que las reivindicaciones laborales que encarecen la mano de obra, dan dignidad a las personas y calidad de vida a las sociedades, aumentan el consumo y, a veces, llevan la libertad política.

Si no hay prisa es porque la ortodoxia liberal hace grandes negocios con el comunismo chino, gran capataz del explotador capitalista y gran explotador capitalista a su vez.

Si se pudiera deslocalizar sindicalismo occidental con la misma facilidad con la que se las empresas deslocalizan su producción, la vuelta al mundo de la globalización acabaría antes y, cuanto antes, mejor. Una buena estrategia sindical aquí sería la inversión en sindicalismo allí, acelerando que esas sociedades se organicen, mejoren y liberen.