Demasiado eco. Las voces tropiezan con otras voces que fueron sólo eso, voces repetidas, y ya son ecos golpeando como las balas de Tejero las paredes del Congreso. Rubalcaba denuncia a Rajoy no haber subido las pensiones como prometió. Rajoy le responde que cuando él era el Gobierno las pensiones no sólo no se subieron sino que se congelaron del todo. Pero ambos parecen preocuparse más por el otro que por las pensiones. Sea esto verdad o no, lo parece.

Para colmo, ambos tienen a algún diputado o diputada detrás que sonríe con bobo ademán -no necesariamente bobo el dueño de la sonrisa-, orgulloso al parecer de la actuación parlamentaria de su respectivo líder político.

Pero detrás de los líderes y de quienes se sientan detrás en el hemiciclo, en la calle, algunos literalmente echados a la calle, está la gente recibiendo los ecos como balazos en el ánimo, están los pensionistas y sus hijos descolgados de la clase media ahora pensionados por sus padres pensionistas, y no pocos viviendo de nuevo en la casa de sus ancianos padres. No pretendo resultar demagógico, pero es que apuntar el dato estadístico de los desahucios de viviendas humildes (no de segundas residencias o de viviendas lujosas de personas venidas a menos) es tan frío, que aunque sea periodísticamente acertado no refleja de verdad el drama.

Detrás está la gente mirándoles en el telediario, al menos, mientras los nacionalistas van a lo suyo, por ejemplo mostrando carteles como muletas en la cámara baja, diseñados como aquellos que denunciaban el nazismo pero para reivindicar la enseñanza en catalán, y para provocar que el ministro Wert los embista como haría ese animal bravo que él mismo ha elegido para calificarse. Ya no quedan promesas que incumplir. Mentiras, según Rosa Díez. «La que miente es usted», según Rajoy. Resulta divertido observar cómo la portavoz de UPyD saca tanto de quicio a Rajoy como a Rubalcaba. Pero no es más que oposición minoritaria.

Lo preocupante es que ya hay demasiados ministros en el Gobierno que, demasiado pronto, se parecen más a sus caricaturas que a las personas que juraron su cargo. Montoro, Wert, Báñez, De Guindos€ y ayer incluso el propio Rajoy parecía empezar a dibujarse en su propio muñecote negándose como aquel Pedro más de tres veces.

Aunque, es verdad, ninguno recuerda todavía al renacido Berlusconi en Italia. Don Mario viene a poner la política en valor frente a la derrotada tecnocracia de Monti, que dirá algún columnista en alguno de los medios de il cavaliere, pagado a sueldo o en velinas de fin de semana. Pero la presunta trampa al dimitido diputado popular Santiago Cervera, si fuera tal y como él lo dice, nos empezaría a semejar a la crema de la politiquería triunfante, la que se presenta como la única política posible, la salvaguarda de la democracia, cuando se la critica como una clase blindada que se defiende disparando sus repetidas voces como balas.