En su discurso durante el pasado debate sobre el estado de la ciudad, Francisco de la Torre habló de la importancia del auditorio, refiriéndose, claro está, a ese gran proyecto que «Málaga necesita», según expresó, y que el consistorio no puede acometer sin ayuda. «El Ayuntamiento, la Junta y el Ministerio de Cultura debemos acordar cómo financiar esta actuación: ante la dificultad de reunir fondos públicos, parece lógico articular una fórmula de colaboración público-privada», matizó el alcalde, que también dijo que «el auditorio no es un capricho, sino otro motor cultural y turístico capaz de atraer visitantes y generar empleo». Incluso recordó que para tal empresa hay previstos 171.000 euros en los presupuestos municipales de 2013. El futuro auditorio del puerto será la sede de la Orquesta Filarmónica, formación incapaz a día de hoy de llenar el patio de butacas del Teatro Cervantes pero que demanda -además de los más de 5 millones anuales de su presupuesto- un espacio mayor, más acorde a su categoría y con unas características acústicas mejores. Puede que en la Filarmónica no quieran oír hablar de su gris realidad -es la orquesta andaluza que menos recauda-, pero los ciudadanos, y así lo refleja la última encuesta del Barómetro de la Cultura en Andalucía, quieren que se destinen menos apoyos públicos a la cultura.

Tengo que reconocer que a las 24 horas del discurso de De la Torre me entró, no sé por qué, el espíritu navideño. Así que me fui directo a los puestos del Parque. El ambiente era magnífico. Había tal cantidad de personas que costaba caminar, por lo que, a la vuelta, decidí cruzar para evitar el gentío. La acera más cercana al puerto estaba, ciertamente, más tranquila, aunque fue allí donde se me heló la sangre al llegar a la altura del auditorio Eduardo Ocón. ¿Es de recibo que Málaga pida un gran espacio para la música y tenga esto así? ¿En qué mundo vivimos?, me pregunté. En qué piensan los políticos a los que tanto defendió el alcalde en su panegírica perorata del otro día. Parece una broma, pero justo enfrente del Ayuntamiento de Málaga hay un auditorio que presenta un aspecto ruinoso a pesar de haber sido remodelado hace pocos años. El Ocón ha sido usado y tirado, y ahora es un espacio que sólo sirve para que las personas que no tienen techo encuentren cobijo en él, como ocurrió en el Echegaray durante años, antes de su reforma, y como también ha estado pasando en los cines Astoria y Andalucía tras su cierre. Yo conté el pasado sábado hasta diez hombres durmiendo entre cartones sobre el escenario. Una pena doble. Terrible. Damián Caneda parece que tampoco termina de ver el Ocón como escenario, ya que sólo lo utiliza en Feria y durante la Noche en Blanco. El bellísimo auditorio del Parque vive desamparado, como sus actuales usuarios. La historia musical de Málaga del siglo pasado pasa irremediablemente por el bello Eduardo Ocón, sus gradas, su gran arco y las maravillosas gaviotas de Pimentel. Políticos, hagan algo.