En el momento en que esta sociedad -donde indefectiblemente vivimos y actualmente padecemos- se nos vuelve del revés, transfigurando nuestra existencia en un submundo donde las trompetas apocalípticas -muy mediatizadas- no dejan de tronar, la esencia navideña aparece con rigores emocionales inusitados en este doliente 2012.

El Espíritu de Navidad es celebrado el 21 de diciembre -trance de especial vibración magnética ya que el sol se mantiene durante tres días en el mismo lugar y la tierra apunta durante este período hacia el centro de la galaxia, donde se concentran un mayor número de estrellas- y hasta el 25, comentan los expertos, llega un momento mágico del cual estamos muy necesitados en este orbe deshauciado por tragedias, desgracias e infortunios. Si decidimos retomar en estas fechas esa conciencia positiva es para poder acceder a un orden nuevo; en proyectarnos hacia un sentimiento afirmativo que, aún sin ganas, debemos de implementar en nuestro ánimo para no dejarnos absorber por la derrota interior. Parafraseando a José Saramago -aplico la teoría del Reencuadre en estos momentos que se ciñen tristes-, pienso que el abatimiento en el que estamos inmersos tiene que tener algo de positivo porque nunca es definitivo. Guarezcámonos en la sustancia navideña e incorporemos la ilusión como aliada aunque pueda parecer discordante con el entorno que soportamos.

Por todo ello, en esta Natividad que afrontamos, emprendamos una andadura esperanzada -si cabe-. San Agustín dice: «Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza€». Así, que les invito a que realicen -con esfuerzo- un guiño con perspectiva optimista. Mis felicitaciones a todos los malagueños; muy especialmente a la comunidad agustina y a todo el personal del colegio Los Olivos: docentes, alumnos y padres para que puedan compartir con sosiego El Espíritu de Navidad en Málaga.