Si nada lo impide, el Parlament de Catalunya investirá este viernes a Artur Mas como president de la Generalitat con un programa soberanista acordado con los independentistas de Esquerra Republicana de Catalunya. Y si Duran Lleida no lo evita, uno de los primeros acuerdos del nuevo Parlament será el de proclamar una Declaración de Soberanía como primer paso en el camino que debería llevar a la convocatoria de un referéndum o consulta de autodeterminación. He aquí el primer resultado de la abrumadora derrota del soberanismo que muchos proclamaron ya en la misma noche electoral del 25 de noviembre, sin detenerse a mirar la letra pequeña del escrutinio. Diagnóstico en el que persistieron al día siguiente, ya sin otra excusa que la determinación de ver la realidad según los propios deseos. La realidad, sin embargo, era más compleja que la pérdida de doce diputados por parte de CiU. Tal complejidad incluye al menos dos datos relevantes.

Uno es que el independentismo duro de ERC se ha quedado once de aquellos doce diputados. El otro es que, ahora, los cincuenta de CiU tienen un compromiso de línea soberanista para con sus electores, ya que el «derecho a decidir» y el «estado propio» fueron los ejes de la campaña de Artur Mas. Las elecciones anteriores, hace dos años, arrojaron una composición parlamentaria con 62 diputados de CiU comprometidos tan solo a perseguir un nuevo modelo de financiación, a la manera del concierto vasco, y 14 diputados independentistas de ERC y la pequeña SI. Ahora hay 71 diputados soberanistas que acaban de firmar un pacto de investidura y una hoja de ruta tan independentista como independiente pueda ser algún estado en la Europa de Merkel, Schengen y el BCE. Incluso si excluimos del recuento a los 13 diputados correspondientes a la Unió Democràtica de Duran Lleida (pero le añadimos una parte de los obtenidos por la ecosocialista Iniciativa per Catalunya) la ganancia de los partidarios de endurecer el discurso es espectacular.

Dejen pues de frotarse los ojos quienes el 25 de noviembre creyeron muerto y enterrado el soberanismo catalán y reforzado el sentimiento español en las provincias del nordeste peninsular. Era un espejismo. Está por demostrar que haya una mayoría suficiente de población para sustentar a las duras un proceso de independencia, Unió es una incógnita y Mas ha logrado introducir en el pacto con Esquerra alguna cláusula que permite el repliegue táctico y el aplazamiento de la ofensiva, pero va a haber lío. Lo del impuesto sobre los depósitos bancarios es solo el aperitivo. Lo de la lengua de la escuela puede ser gordo. Los trenes avanzan a buen ritmo en ruta de colisión.