Como todos ustedes conocerán, hace un par de semanas se inauguró el museo Alboranía después de denodados esfuerzos de los colegas del Aula del Mar, que han trabajado con tesón para que sea una realidad. Este nuevo museo de la ciudad, del que recomiendo su visita, está situado en el Palmeral de las Sorpresas y alberga un buen número de ambientes y elementos marinos, desde representaciones de hábitats hasta esqueletos de especies, pasando por maquetas que ilustran aspectos de la mar y sus trabajadores siempre con un enfoque didáctico.

Entre las piezas que se pueden examinar en el museo destaca un traje de buzo antiguo con escafandra, de los que se empleaban antes de que se implantara el buceo autónomo, que fue posible gracias al regulador inventado a mediados del siglo pasado por los franceses Émile Gagnan y el famosísimo, y ya desaparecido, Jacques Cousteau. El traje de buzo al que me refiero es una pieza magnífica que está formado por un casco de metal que se conectaba a la superficie por una manguera con la que se suministraba aire al buzo durante la inmersión, así como por un traje de caucho flexible que lo aislaba del húmedo y frío exterior.

Desde luego que este no es el único ejemplo de traje de buzo existente en los museos de España y del mundo, aunque sí, probablemente uno de los mejor conservados. Lo que además lo hace una pieza singular no es sólo su buen estado de conservación, sino también que funciona perfectamente el compresor que suministra aire al buzo, y eso que data de mediados del XIX, cosa que ya no es tan fácil de encontrar. Y esto gracias a la persona que en su día lo adquirió, lo restauró y lo ha estado conservando hasta que ahora es posible contemplarlo en su ubicación actual. Me refiero a Miguel López Mateo que durante años ha adquirido, restaurado y puesto en funcionamiento decenas de piezas relacionadas con el mar.

Miguel es un conocedor profundo de la mar, nació en una familia de pescadores, fue marino desde su adolescencia, hasta que pudo más el amor por su mujer y dejó de navegar, y también fue armador. Sin embargo, esa pasión por la mar no cesó y le llevó a adquirir por todo el mundo piezas antiguas que ha reparado con esmero y un enorme cariño, no podía ser de otra manera, hasta el punto de tener y mantener una colección particular impresionante que mantiene en su propia casa.

La colección de Miguel López, que cuida con esmero junto a su hijo y heredero de esta afición Dirk López D´hondt, está formada por piezas y maquetas de todo tipo a las que ha dedicado mucho esfuerzo personal, tiempo y, claro, también dinero. Entre ellas existen desde antiguos instrumentos de navegación y posicionamiento, como ruedas de timón, correderas, giróscopos, sextantes, un curioso quintante y compases, hasta elementos antaño comunes en los barcos, como bocinas de vapor o faroles de posición. Cuenta también con aparejos de pesca, históricos cuadernos de bitácora, entre ellos el último del vapor «Joaquín Mumbrú», un mercante de 2.578 TRB, que fue hundido a finales de 1917 por un submarino alemán cerca de Madeira, o una preciosa maqueta de un taller de reparación de barcos en la Malagueta en el que funcionan todas las máquinas en miniatura. Una de las piezas más singulares es sin duda un antiquísimo motón que perteneció a un jabeque árabe y que se ha datado en más de 600 años de antigüedad.

Desafortunadamente para los que no han tenido dicho deleite, esta impresionante colección tan sólo hemos tenido el privilegio de admirarla unos cuantos, salvo casos excepcionales como el buzo al que me he referido, o a la muestra de algunos instrumentos navales que se han expuesto en Málaga un par de veces con objeto de la «Exposición Malaespina y la Exploración del Océano», organizada por la Universidad de Málaga.

El anhelo de Miguel y Dirk es que esta colección en la que han invertido tanto trabajo como corazón, pueda algún día ser contemplada por todos y se exponga en el digno lugar que se merece y que ese lugar sea Málaga. Ese es su deseo y también el de todos los que la conocemos y admiramos.