Hubo un tiempo en que un señor o conjunto de señores tenían una idea con la que pensaban que ganarían un buen dinero, la ponían en marcha ayudados por un grupo de personas contratadas para desempeñar diversas labores... Vamos, lo que venía siendo una empresa. Pero eso ya es demodè, señores. Ahora no eres una empresa si no tienes una fundación asociada, te dedicas a acciones sociales de toda índole y, claro, te publicitas en los medios haciendo gala de lo humana que es la compañía. Porque no, ya no se trata de crear un producto del que estar orgulloso y vender sus bondades a través de las técnicas marketing. ¿No han visto el último anuncio de Balay? En él, un tal Luis, jubilado de la compañía, vuelve a la fábrica y allí le hacen un homenaje que, vamos, ríase usted de las lágrimas con el final de Cinema Paradiso. ¿Y las lavadoras, qué tal? Pues ni idea, caballero. Aquí lo importante es que los de Balay parece ser súper buena gente y que jubilan con todas las de la ley. Y el espectador se queda muy a gusto con tanta humanidad.

Igual ha pasado con los de Campofrío, que están empeñados en hacer de su spot navideño una tradición más como la de las burbujas de Freixenet o el extinto calvo de la Lotería. Si el año pasado, Álex de la Iglesia y sus cómicos favoritos homenajearon a Gila, esta temporada Icíar Bollaín pone a Fofito a exaltar el orgullo español en el anuncio El currículum de todos -que sí, que los spots son ya tan importantes que tienen hasta títulos-. Lo que pasa es que el asunto canta más que la Bartoli... Si se quiere reflejar a una España cainita, la contratación del payaso es estupenda, ¿o es que nadie se acuerda de sus malencaradas disputas con su familia en pos de los derechos de muchas canciones de Los Payasos de la Tele? Tres cuartos de lo mismo con las hermanas Hurtado, hace poco acusadas de maltratar a su madre, Mary Carrillo, y que en el spot dan más miedo que las uñas de los pies de Marujita Díaz. Por cierto, vamos a ponernos demagogos: me dicen por ahí que el dueño de Campofrío, Smithfield Foods, ha anunciado su intención de cerrar seis fábricas y realizar 1.800 despidos en su división porcina de todo el mundo. Si son humanos, los ejecutarán en febrero, cuando a todos se nos haya pasado la fiebre navideña.

El mismo rollo es el de la campaña navideña de Nestlé, que ha utilizado a los trabajadores de una de sus fábricas para recordarnos que «quedarnos con lo bueno es estar a gusto con la vida». Un puente viejo, unas lucecitas y las caras emocionadas de unos tipos supuestamente corrientes y ya nos sale el moquito. La pornografía emocional funciona, y de qué manera. Uno, como le ocurre con la religión -qué bonito y reconfortante sería tener fe-, a veces se siente tentado de creer que estas cosas son de verdad, de que las empresas quieren animarnos a ser mejores personas, que no sólo fundaron su actividad para ganar dinero y de que los publicistas son, simplemente, agentes sociales que les ayudan a alcanzar sus objetivos. Entonces uno recuerda cualquier episodio de Mad men y….