La Fiscalía Anticorrupción no ve, en el asunto de las preferentes, indicio de delito. Viene a ser como si la Fiscalía Antimafia, si existiera, que ahora no caigo, no viera en la biografía de Al Capone rastros de criminalidad. Después de todo, al famoso gánster se le condenó por delito fiscal, una cuestión menor, casi una infracción de carácter administrativo que en un país como el nuestro habría gozado del premio de una amnistía. Quizá haya pintores que no vean arte en los cuadros de Picasso y escritores que no vean literatura en las novelas de Tolstoi.

Escritores y pintores idiotas, en definitiva, incapaces de reconocer los rasgos específicos de la genialidad en las obras de los otros. La envidia hace mucho daño, fíjense, cocineros mediocres que no reconocen a Adrià, músicos del montón que desprecian a Vivaldi y así de forma sucesiva. Ahora bien, lo de la Fiscalía Anticorrupción sobre las preferentes no puede ser envidia. O sí, cómo saberlo. Igual sus componentes, de forma individual o en grupo, han concluido que los bancos que vendieron este producto tóxico a ancianos analfabetos supieron montárselo.

-Eso es hacer negocios y lo demás son cuentos.

-Claro que sí. ¿Te imaginas?, birlarle a una pareja de jubilados los ahorros de toda su vida sin mancharte las manos. Arte, puro arte.

Comprendemos su fascinación. Desde algún punto de vista, lo de las preferentes fue una obra maestra de la delincuencia de guante blanco. Se trata de una fascinación que las autoridades, dada su pasividad frente al asunto, comparten con la Fiscalía Anticorrupción, y hasta con la Defensora del Pueblo, que ha hecho unas declaraciones tibias sobre el asunto, como si por un lado le diera vergüenza colocarse junto a los estafados y, por otro, miedo ponerse al lado de los estafadores. Ignorábamos la existencia de esta fiscalía especial, pero ahora que tenemos noticias de ella, estamos deseando conocer sus hazañas. Pero no vemos en la Fiscalía Anticorrupción muchos deseos de luchar contra el mal.