El soldado Mannig muestra de manera ejemplar las íntimas debilidades del sistema, que por otra parte están relacionadas con una fortaleza, la del factor humano. Mannig era un jovencito al que tal vez la incapacidad para asumir la homosexualidad, la fragilidad de su físico, y la faz poco agraciada llevarían a enrolarse en el ejército. Su imagen está lo mas alejada posible de la de un bizarro militar. Pero de esas mismas contradicciones, como al frotar dos débiles palitos, saltó la chispa, que prendió un devastador incendio informativo que algunos llegan a asociar a las revoluciones de la llamada primavera árabe. Para el sistema, Manning es el villano absoluto, pero puede pasar a la historia como uno de los héroes de este tiempo. Aunque quizás se pudra en la cárcel (si el sistema no se deshace de él por medios más expeditivos), eso sólo serviría para hacer más luminosa su aureola.