Iba la ministra Fátima Báñez, la del desempleo, camino del Rocío y se le apareció la Virgen, la Blanca Paloma. Estaba pasando el Quema y vio en la orilla, con una sonrisa de oreja a oreja, a su jefe de romería en un intento de lanzarse por alegrías. Mariano Rajoy, tocado con sombrero de paja, había dejado de ser, mal menos por unas horas, el de la triste figura. Con tambor colgado a la derecha y la flauta entonando trinos como si fuera un mirlo, saludó a su ministra y ambos llamaron a la esperanza. Los asesores de imagen le tienen dicho tanto a Rajoy como Fátima no dar nunca malas noticias. Y aprovecharon la ocasión para salir a la palestra informativa para proclamar que en mayo bajó el paro en cerca de cien mil personas. Una parte de los ministros corearon el éxito, dicen, de la reforma laboral. Sacaron pecho y es de agradecer. Ojalá todos los meses nos saludaran de esta guisa, aunque me temo que el futuro, tal y como nos recuerda la Comisión Europea, sea menos esperanzador con el anuncio de que España llegara al 28% de paro en el próximo año. Pero nadie, o casi nadie, debería negar a Fátima Báñez sus minutos de euforia y esperanza. Es lo que se va a llevar, con las bendiciones blancas de la Blanca Paloma.

No así el ministro Wert que no tiene, que se sepa, virgen alguna que lo proteja. Este hombre al que parece que le resbala todo salvo que su apellido quede inscrito en una ley, gravada a sangre y fuego, se las vio con el desdén y desaire de una parte de los universitarios en el acto de entrega de los premios nacionales fin de carrera. La cara y los incrédulos ojos del ministro eran una epopeya, tragedia griega por demás. Ya es sabido el dicho, siembra vientos y recogerás tempestades.

Este es un gobierno que tiene cada día más difícil conectar con la sociedad. Lo dicen todas las encuestas y ya es alarmante que el ministro mejor valorado sea el de los ejércitos, el señor Morenés. Pero no hay que sorprenderse más de la cuenta. Hay dos ministras en las que hay que tener depositadas todas las esperanzas de futuro. Ana Mato seguirá de ministra de la Sanidad Privada (SP) porque nada ni nadie la enviará de vacaciones vip a Disney. Y la otra ministra, la super como la llaman en la intimidad, que obedece al nombre de Soraya, deberá terminar con las algaradas de los ministros Guindos y Montoro (Rajoy es incapaz). Quien no haya visto a Soraya arremangarse las mangas (nada de simbolismo, sino como algo real) en sede parlamentaria después de escupir la historia pasada a la portavoz socialista, no podrá calibrar la fuerza, poder y llamarada de fuego que sale de sus ojos; para acojonarse. Y ahora, mandando también en economía, más todavía. No caerá esa breva pero sería de órdago enviarla para meter por vereda a Ángela Merkel. ¡Anímese señor Rajoy!

P.D.- (1) La jueza Alaya, presionada, no ha tenido más remedio que hacer público el sumario de los ERE. Pocas novedades de lo que ya se sabía. Cuanto más pronto se sustancie en juicio, mejor que mejor. Estaríamos agradecidos si, como dijeron Arenas y Rajoy (A Zoido casi nadie lo tienen en cuenta) de saber los «miles de millones de euros» que volaron. A dónde y a qué paraísos fiscales, tal como la Gürtel.

(2) Sonia Díaz, consejera de Presidencia, amante del buen pescaíto en el chiringuito Los Manueles de Torremolinos, tomó fuerzas en tierras malagueñas para la defensa del anteproyecto de ley de Transparencia Pública, posiblemente la ley de mayor calado de la Junta pero aún con algunas sombras.

(3) Paulino Plata, el todoterreno de la política andaluza, tiene por delante algunos retos (¡a tus años, Paulino!) como serenar las agua sociales de los trabajadores del puerto de Málaga y, sobre todo, abrir nuevos horizontes a la joya de la corona. Sí puede. Suerte.