Estamos en las puertas del verano y los meteorólogos no acaban de ponerse de acuerdo en si hará mucho calor, poco calor o ningún calor. ¡Qué ganas de complicarse la vida tienen nuestros vecinos!

Si tuvieran una pequeña noción de lo que ocurre a su alrededor sabrían que, en esta provincia que nos cobija, vive un hombre que aunque no quiere que lo nombre es el mejor meteorólogo que ha parido mujer.

A saber: si un niño tuyo va a hacer su Primera Comunión dentro de dos domingos y no sabes qué ponerte, le llamas y le dices, «Curro, necesito saber qué tal día hará dentro de dos domingos» y él me contesta muy tranquilo:

«Teniendo en cuenta que es un día del Señor y que nuestra tierra está llena de descreíos, lloverá a mares». «¡No me digas eso ni en broma, criatura!». «Pos bueno -me dice- como eres como la Vitorita de la copla que no se quiere enterar de ná, te puedo añadir que también puede que luzca el sol, o que ventee, pero el Señor no lo permitirá porque nuestros los inocentes no tienen la culpa de que los ricos quieran serlo más, los pobres quieran aliviar a los ricos, las solteras quieran robarle los maríos a las casadas y las monjas quieran quitarle el puesto a su Santidad el Papa, que no me acuerdo como se llama». Y se va sin esperar a que le dé las gracias.

Cierto es que la ciudadanía está de los nervios: Todos se pelean entre sí. Pero, después de enterarme de que a alguno se le ha ocurrido vestirse de ¿monje? y hacer cachitos a todo lo que huela a hembra, nada nos puede llamar la atención.

Y es lo que decía mi madrina: «Cuando algunos no tenían en que emplear el tiempo del recreo montaron la Segunda Guerra Mundial», y ¡válgame el Señor! sí que se entretuvieron.