Escrito con motivo de la exposición «Materia Perdurable» que en la Galería Alfredo Viñas, y hasta el 18 de este mes, repasa la producción de libros artesanales de Árbol de Poe): Paco Cumpián se acerca a las letras, se inclina sobre ellas rozando el chibalete y las coge con cuidado, una a una, las sorprende en el momento del sueño, cuando las letras no están encadenadas a un texto y solo son ellas mismas, las escoge, les habla reconociéndolas porque en esa libertad desatada suya, en esa libertad antes de la tinta, antes de la Minerva que mastica las páginas ya compuestas y las escupe en un montón uniforme, en esa libertad antes del Significado de anarquista ebrio Cumpián se reconoce a sí mismo, porque un impresor que se precie tiene que ser un descreído, una letra suelta en el libro de la Sociedad, una errata, una equivocación que dinamite el Sentido, la zancadilla que despierte o haga caer un verso o una frase, que se pondrán de pronto a balbucear o a gemir de dolor mientras exigen que les devuelvan a su cajón, que se abran las puertas de esa cárcel que es la página, de nuevo descompuestos, deshechos, de nuevo letra a letra recogidos en su silencio en penumbra, regresando al antes y al nunca de ese verso o de esa frase que les había amordazado, negándose a ser, negando cualquier Ser, ateísmo de las letras sueltas, que sufren cuando alguien las convierte en silogismo o metáfora o argumento o Dios, agnosticismo de los sueños, que no colaboran al entendimiento de la vida diurna sino que la contradicen, se burlan de ella, así que Cumpián, un buen tipo que se toma muy en serio su falta de seriedad y que se mantiene erguido cuando conviene agazaparse y se agazapa cuando las circunstancias piden que se mantenga erguido, va pidiéndole perdón a las letras mientras las saca de su ensimismamiento y las pone a trabajar, no sin antes convencerlas de que para él trabajar no tiene nada que ver con servir, con el servilismo del trabajo hecho en aras del Trabajo, eso que dignifica al Hombre y aplasta a los hombres, sino con una especie de non serviam diabólico, un trabajo inservible para el Trabajo que tiene más que ver con el demonio de la felicidad que con las supuestas bondades de lo útil, felicidad de las letras, a las que Cumpián pone a dormir, a las que hace saltar del sueño del chibalete al sueño de la página con gestos suaves para que no se despierten del todo, para que no se hagan conscientes del todo mientras Maribel Ruiz pliega, cose o encuaderna como quien le pone puertas al campo, como quien fabrica llaves para abrir las puertas del campo, Ruiz volcada sobre esa materia como quien pavimenta caminos de espaldas al Camino, caminos para los solitarios, los marginados, los desandados y los descaminados, caminos que no llevan a ningún sitio porque ellos son el sin-sitio de aquella libertad, el sin-sentido de todo lo que importa, el sin-tiempo de la felicidad, y entonces esas letras se transforman en un grito que despierta a los que andan cerca porque lo que hacen Cumpián y Ruiz tiene que ver con la felicidad y la libertad de todos nosotros, porque lo que ellos hacen no son cuadernillos, cajas, hojas sueltas o libros sino a cada uno de nosotros, uno por uno, letra a letra, el texto compuesto-descompuesto que somos sin saberlo o sabiéndolo, qué dolor, a medias.