Acostumbrado a que las empresas nos espiaran a través de internet, ahora nos toca sorprendernos porque los estados también lo hacen. Las empresas querían saber cosas de nosotros para facilitarnos la vida y enviarnos ofertas que encajaran en nuestros gustos, nuestras preferencias, nuestras necesidades, lo que podría ir desde semillas para jardineros de tiempo libre hasta jardineros sudorosos y musculados o rubias con botox en boca, dependiendo del grado de intimidad que hubieras alcanzado en la red, navegando. Hola, marinero.

Si un vecino cibermañoso puede hacer que la cámara de nuestro ordenador funcione como mirilla y, por tanto, nada impide técnicamente que nuestro PC sea la pantalla doméstica del Gran Hermano de Huxley, que era un televisor para ser visto más que para ver , ¿cómo no iba el Estado a salvarnos del terrorismo islámico, en red o solitario, o de nosotros mismos como hacía Dios, que todo lo ve, cuando era el único que miraba? ¿Cómo no van a aliarse los estados aliados en tener bien vigilados a sus ciudadanos? De la propaganda de la Segunda Guerra Mundial quedó el adoctrinamiento de Alemania pero usado para el bien y el comercio por los vencedores. De la guerra contra el terror en la globalización queda esta vigilancia que escudriña el mundo en circuito cerrado.

Todo eso ya lo sabíamos, sólo hacía falta comprobarlo. También sabíamos quién manda, aunque no le pongamos cara, y quién no manda, aunque le veamos hacerlo todos los días. Los programas de las agencias estadounidenses NSA y CIA que acceden fácilmente a Google, Facebook, Microsoft, Apple, Yahoo, Skype, reinas de los mares virtuales, fueron autorizados (como si hiciera falta) por George W. Bush y dicen que Obama quiso desactivarlos pero los asesores le contestaron que no se podía. Queda establecido el nuevo organigrama: poder asesor y, por debajo, ejecutivo, legislativo y judicial.