Yo también lo creo. Hay coches que son más que coches, hay casas que son más que casas, hay ciudades que son más que ciudades, hay gilipollas que son más que gilipollas y hay televisiones que son más que una televisión. 13tv es más que una televisión. Lo dicen ellos, y lo cree uno. De arriba abajo. También digo que del mismo modo que existen perversiones, morbos, gustos poco frecuentes, movidas al límite, juegos de cama atrevidos, retos de adolescentes o de maduros por ver si te pillan trajinando en el portal de casa, existen perversiones, juegos, tentaciones al límite como espectador. También me pasa. Me pasa que en vez de elegir un informativo con formato de informativo y con noticias de informativo, a veces me pongo burro y elijo, cierto que dosificándolo, a un tal Alfonso Merlos. Digo un tal y no lo digo como menosprecio. Lo juro por el papa Francisco. Digo un tal Alfonso Merlos porque el tal Merlos no es una estrella mediática del tipo Rosa Benito o, más cerca de su terreno, Pedro Piqueras, otro crack. Viéndolo, uno sabe que el tal Alfonso Merlos se esfuerza para llegar a ser Ana Pastor, pero el pelo aún lo lleva muy corto. Ahora está en la fase de superar a Federico Jiménez, pero bien saben todos los santos que en vano, en vano porque el irónico y simpático locutor se ha quedado en hazmerreír de un puñado de seguidores a los que ya ni sorprende. La otra tarde, un poco antes de las nueve de la noche, no sabía dónde poner el huevo para ver el informativo. ¿TVE y sus necias manipulaciones, o censuras sin paliativos, sin dejar de reconocer que al margen de estos reproches son los mejores? ¿El cargante y espectacular sumario que urde el mencionado Piqueras para Telecinco? ¿El tonillo de anuncio perpetuo y de afectada dicción que imprime Matías Prats a sus entradillas? Venga, una de locura, dejo el mando lejos, me relajo, y elijo lo que sea que haga este señor, el tal Alfonso Merlos.

No defraudó. En un momento determinado, después de preguntarse preguntándole a la audiencia qué le parecía alguna fechoría de los gobernantes andaluces, socialistas de jamón de Jabugo, de puro en pecho y rabo de demonios, aseguró en un tono que no era para tomárselo a broma, que él tenía una meta cada día -ahora explico cuál-. De Carlos Cuesta, auténtico hombre espectáculo, irascible y poco dado a mamandurrias de gente que opine algo que a su cabeza no le venga bien, la cadena levantisca de los curas de alto rango, lo presenta como, atención, es literal, alguien que apuesta por la claridad y la veracidad como señas de identidad. Pues bien, el tal Merlos, y ya vuelvo a su regazo, más allá, viene a decir sobre sí mismo que desde que sale de su casa, llega a la tele y se pone delante de la cámara, sólo tiene una idea, una obsesión, una meta, una luz que es su guía, su salvación. Aquí está, decir la verdad. La información en estado puro, dice 13 tv para hablar de su informativo estrella y de su estrella en sí, acompañada -la estrella- por Marisa Páramo. Otros días he visto cachos sueltos de su show, pero el día que les comento aguanté hasta lo indecible. Una vez que superas el asombro, lo que dice este arisco locutor que jamás abandona el tono de mitin es la polla. Pero lo más tronchante es que en mitad de no sé qué cháchara sobre los sindicatos -su obsesión-, sobre los socialistas -su obsesión- sobre Ada Colau y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca -su obsesión-, sobre los perroflautas de diverso pelaje, versión yayo, joven, estudiante -su obsesión-, o sobre lo bien que lo está haciendo el PP -su obsesión-, va el tío, esconde la mano debajo de la mesa sobre la que está dirigiendo su plegaria, saca un chisme, lo enseña a cámara, se detiene el mundo, y anima a la gente a comprarlo porque con «este detector de radares te ahorrarás una pasta».

Si tu vecino es tonto y no ve 13 tv -¿dijo tonto, o me lo estoy inventando llevado por mi obsesión?- no sólo no se está informando sino que está perdiendo dinero, tú no lo hagas, llama y cómprate el cacharro -no pude retener el nombre del aparato, ni cerrar la boca, que se me quedó así, en estado de asombro antes de la carcajada-, pero no sólo eso, es que además te llevarás un rotulador quita rayas para el coche, y por sólo 129 euros. Bah, me dijo un amigo viendo lo del quita rayas, en los chinos cuesta dos euros. Acabó, dejó el atrezo donde estaba, y siguió a lo suyo, dando caña, como dicen en la cadena gemela. Pero como la droga, si es dura, y tu organismo la sabe gestionar, te lleva a territorios que no sospechabas, no tengo bastante con lo visto -descarto ver lo que sigue porque ya está dando paso a una tertulia que se me antoja aburridísima-, y busco como un poseso en internet momentos memorables del tal Merlos. Es buenísimo el tío. Indesmayable, no defrauda, está siempre enfadado -con los mismos-, y su espada de la verdad siempre la tiene dispuesta a cortar la cabeza de la mentira, que es lo que hacen otros medios, mentir como bellacos, amordazados por intereses espurios. 13 tv, no. La cadena del tal Merlos es una balsa de independencia. Y lo creo. No todas las empresas tienen a millones de ciudadanos echando millones a sus arcas para mantener en pie su negocio. La empresa que sustenta a esta cadena es de las más boyantes del país. No hay quien le tosa. Tienen privilegios que no tiene nadie, y juegan con el dinero de todos, creyentes o no, para que fulanos como Alfonso Merlos abronquen cada día a todo el que no comulgue con él. Su meta es decir la verdad cada día. Igual que sus jefes, los jerarcas de la Conferencia Episcopal, que todavía tratan de arañar algunas cruces por lo de la renta y con un lema simple, «Por tantos». Es verdad que 13tv es más que una televisión. Viéndola uno sólo puede preguntarse si esta gente confunde tantos con tontos. Aunque no quieras y seas más ateo que el demonio, uno siempre será el tonto. Y ellos, los listos.