El efímero camino del Mundial de Balonmano por España -enero 2013, ¡no hace ni seis meses de la final!- y las posteriores elecciones a la Federación Española, han dado paso a un escenario previsible que día a día nos depara alguna sorpresa. Y no son buenas en la mayoría de los casos. Y es que paseando el trofeo de campeones del mundo por España no se arregla el desaguisado€

A la máxima competición nacional le cuesta cada vez más llegar al final de temporada. Y lo que es peor, a los difíciles acontecimientos que marcan con relativa frecuencia a la Asociación de Clubes Españoles (Asobal) y sus componentes, algunos de ellos al borde del abismo, se suma la opacidad con la que se gestionan algunos asuntos. Ya no es cuestión de que existan clubes «rebeldes» dispuestos a no asociarse una vez alcanzan la máxima categoría, el asunto es más grave cuando son los actuales miembros los que amenazan con abandonar el barco. La guinda a todo este proceso de descrédito y debilidad la han puesto destituyendo a su gerente (aún sigue apareciendo en la web como tal) tras casi diez años al frente del cargo. La imagen de nerviosismo y falta de ideas no ayuda en nada en estos momentos de tanta dificultad. Sin jefe de prensa, sin gerente, sin patrocinadores, Asobal vive su peor momento.

Entre tanto, nuestros embajadores disfrutan de sus éxitos en tierras galas y húngaras. Marta López y Antonio Carlos Ortega se han convertido por méritos propios en la imagen de marca del balonmano malagueño. Ya no por su trayectoria y éxitos, sino por el coraje y la rabia que les tuvo que correr por el cuerpo cuando tuvieron que emprender sus respectivos viajes hace ahora un año. Lo de Ortega es para escribir un libro. Nueva vida en Hungría tirando de toda su familia para de un zarpazo, conquistar la Liga y la Copa del país. Dos detalles le privaron de estar en la Final Four. Dos detalles que habrá analizado una y mil veces para poder dar el salto la próxima temporada. El romance que vive Marta López en el Fleury francés encumbra una vez más la cantera malagueña. Juegos Olímpicos, subcampeona de Liga y mejor extremo de la competición gala, son algunos de los logros que esta jovencita del Puerto de la Torre podrá reflejar en sus memorias. Tiene balonmano para rato. Y un hueco el equipo nacional por muchos años.

La temporada echó el cierre con su tradicional Gala del Balonmano Malagueño. Atrás han quedado un sinfín de encuentros, actividades promocionales, formación y muchas, muchísimas horas de trabajo altruista y a veces poco agradecido. La satisfacción por haber alcanzado el final de campaña con todos los objetivos cubiertos, deportivos y económicos, choca frontalmente con la falta de seriedad de algunas instituciones públicas, capaces de postergar el pago de una factura durante un año. Ridículo. Desesperante. Frustrante.

En cualquier caso, el milagro se ha consumado un año más. Cierto es que el crecimiento con el que soñamos se topa a veces con la falta de ayudas técnicas, recursos humanos y cómo no, económicos. Pero podemos estar muy satisfechos si a día de hoy, lejos de tener que suspender algún evento, todos los proyectos están consolidados y el crecimiento depende más de factores económicos que de ideas y ambición por conseguirlo.

Y la consolidación de este formato, de esta forma de entender la gestión, ha llegado gracias al colectivo arbitral, clubes, jugadores, padres, técnicos y el propio personal de la delegación, que con buen criterio han entendido que el sostenimiento del sistema depende principalmente del apoyo de todos los implicados. El pastel se reparte de manera equitativa.

Nos gustaría crecer más, estar en más sitios, atender todas las peticiones, pero los recursos, que no las ganas, son limitados. Acaba una temporada, la más dura junto al primer ejercicio hace cinco años. No puedo decir que las motivaciones sigan intactas, mentiría. Pero sueño con un futuro mejor, más equilibrado y justo. Sigo esperando esa oportunidad que nos catapulte definitivamente. Paciencia me queda para rato.

Gracias a todos los que desinteresadamente siguen arrimando el hombro. Y perdón a los que sin querer no atendimos como quisieron o esperaban. ¡Feliz verano!