Leo que un portavoz de la CEOE -la patronal empresarial- ha criticado los cuatro días de permiso que la actual legislación laboral concede a los trabajadores en caso de defunción de un familiar de primer grado. Según este empresario -o portavoz de los empresarios, que debe de ser una forma como otra cualquiera de ser empresario sin tener que tomarse la molestia de montar una empresa-, cuatro días de permiso son excesivos, porque esos permisos tan largos dan pie al absentismo injustificado y porque ahora «los viajes no se hacen en diligencia». Se ve que este hombre sólo sabe medir las consecuencias de la muerte de un familiar -y de primer grado- en función del tiempo que se debe emplear en asistir al funeral o al entierro. Un familiar de primer grado puede ser tu madre, o tu padre, o tu mujer, o tu hijo -o peor aún, tu hijo de corta edad, o mucho peor aún, varios hijos de corta edad-, pero este hombre sólo piensa en los días que vas a perder cuando estés por ahí, ilocalizable y haciendo Dios sabe qué, como esos marineros que se pierden cuando hacen escala en Hong Kong tras medio año de navegación por el Ártico.

Está visto que para este hombre no existe el dolor, ni la desesperación, ni la necesidad de unos pocos días de intimidad y de recogimiento para celebrar el duelo por alguien a quien uno ha querido. Está visto que ni siquiera se le ha pasado por la cabeza que uno tiene necesidad de estar solo, o de buscarse la compañía de la gente más próxima con la que se puedan compartir esos momentos. Nada de eso. Para la mentalidad puramente mecánica de este hombre, todo se reduce a los aspectos más superficiales que rodean una muerte: los trámites burocráticos, el desplazamiento físico a otro lugar, la pérdida de unas horas preciosas de trabajo, el absentismo, la falta de productividad, sólo eso y nada más que eso. El dolor, las lágrimas, la necesidad de estar solo, la necesidad de despedirse de alguien, todo eso es muy poca cosa, sobre todo si tenemos en cuenta que ahora «los viajes ya no se hacen en diligencia». Como si hubiera alguna diferencia entre ir en avión o ir en diligencia a un entierro. Y como si la muerte de una persona querida fuera sólo un simple desplazamiento afectivo, o una rutina que se pudiera solventar en un pispás, picando al entrar y al salir del trabajo y picando al entrar y al salir del cementerio.

Todos sabemos que hay abusos y hay absentismo injustificado por parte de algunos trabajadores. Eso nadie puede negarlo, pero también sabemos que hay diferencias abismales entre los sueldos de unos pocos directivos y los sueldos de la gran mayoría de empleados, y yo no he visto que ningún empresario ni portavoz de los empresarios protestara por esta otra clase de abuso. Porque hay ejecutivos y directivos que cobran cien veces más que sus empleados -no diez veces, no, sino cien veces más, y en algunos casos hasta mil veces más-, y tampoco he visto que ningún portavoz de los empresarios protestase por ello, aunque sea muy normal que un trabajador gane 500 euros al mes cuando algunos directivos ganan 50.000. Y todos sabemos que hay empresarios -no todos, que conste- que humillan a sus empleados o a sus candidatos a serlo, y los someten a toda clase de pruebas y penitencias que en realidad no sirven de nada -como no sea angustiar a esos candidatos y hacerles sufrir sin ningún motivo-, porque todo el mundo sabe que al final despedirán a esos empleados tras un mes de contrato, sin tener en cuenta si esos trabajadores eran buenos y eficientes, porque enseguida contratarán a otro empleado al que también echarán al cabo de un mes y al que tratarán con la misma indiferencia y la misma falta de respeto.

En estas circunstancias no parece muy acertado criticar los permisos por defunción de un familiar. Al paso que vamos, estos empresarios insaciables no van a conceder un permiso laboral a nadie, ni siquiera en el caso de defunción del propio trabajador, así que le obligarán a seguir trabajando hasta que el muerto haya terminado su jornada de trabajo reglamentaria (algún día serán capaces de encontrar un método para lograrlo). Pero no quiero ponerme apocalíptico. Me gustaría pensar que todavía es posible vivir en un mundo con unas condiciones laborales razonables, es decir, humanas, es decir, soportables.