Es terrorista quien decida el ministerio del Interior. Cuanto más sentido ganó el término, más significado perdió. Estados Unidos elaboró el temario tras el 11-S y el mundo lo compró, incluidos España, Reino Unido, Irlanda, Italia, con más larga y negra experiencia al respecto. La lucha contra el terrorismo declaró el estado de inseguridad y, por nuestra seguridad, son posibles el desnudo virtual o real, la exploración rectal y vaginal, la palpación, la prohibición de volar con gel o líquidos cerca, el control indiscriminado de los correos electrónicos, las llamadas telefónicas y las búsquedas en Internet que descubren nuestros intereses, excentricidades e intimidades.

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan -definido como islamista moderado y elegido por el pueblo en un proceso limpio según el ministro de Defensa, Pedro Morenés, definido como católico profundo- ha decidido quién es terrorista y quién no y a partir de qué lugar y momento. Su gobierno ha declarado que a partir del domingo 16 de junio por la noche, cualquier persona que se encuentre en la plaza Taksim de Estambul, tendrá que ser considerada por el Estado como miembro de una organización terrorista.

Por nuestra seguridad destruirán las plazas y los parques donde remansan las calles por miedo a desbordamientos por ebullición. Este conflicto empezó por defender una plaza, donde está previsto construir dos templos -una mezquita y un centro comercial- para adorar a dos dioses compatibles. Los ciudadanos de una de las primeras ciudades de la Tierra, una costra urbana dura y milenaria cicatrizada entre dos continentes, que se extiende hasta el fondo de la mirada, donde los minaretes afilados parecen pintar esos atardeceres de postal y el gran bazar es uno de los mercados más grandes y antiguos del mundo pedían el mantenimiento de un espacio público consagrado a otras actividades.