El Gobierno acaba de anunciar el próximo fin de la crisis, como quien declara inaugurado un pantano. «Lo peor ya ha pasado», dijo el presidente Rajoy: y a esa consoladora opinión le ponen ya fecha los habitualmente discrepantes ministros de Economía, Luis de Guindos, y Hacienda, Cristóbal Montoro, que esta vez coinciden en que la recuperación económica comenzará a partir del verano en puertas. Si es que este año hay verano, claro está.

De Guindos lo ha expresado a la curiosa y un tanto enigmática manera de los economistas. Con los datos reservados de los que solo él y sus colegas de Consejo de Ministros disponen, el jefe de las finanzas adelanta que este segundo trimestre del año fue «bastante menos malo» que el anterior, de tal modo que el «crecimiento» del Producto Interior Bruto estará «próximo a cero». Se ignora cómo pueda crecer una economía -o cualquier otra cosa- sobre la base del cero; pero estas son paradojas habituales y del todo aceptables en la jerga de los hombres de números.

De hecho, el crecimiento de la nada numérica supone un avance con respecto a los dos y pico últimos años en los que la producción del país se mantuvo tenazmente congelada a cifras bajo cero. Pedro Solbes, uno de los que precedieron a De Guindos en el timón de las finanzas españolas, solía utilizar en estos casos la contradictoria expresión: «crecimiento negativo», que es algo así como si un meteorólogo nos anunciara que está lloviendo hacia arriba. Ahora hemos descubierto que se puede crecer en cero puntos, lo que, aun siendo igualmente poco lógico, supone al menos una mejora técnica del estado de cuentas.

La jerigonza de los políticos permite explicarlo todo sin que se entienda nada. Cuando empezó la crisis que no era crisis, hace ya casi seis años, los gobernantes de entonces hablaban de una simple y del todo pasajera «desaceleración». Unos pocos meses después, el ministro Solbes recurría al mismo símil automovilístico para constatar que «la desaceleración se está acelerando», como si el Gobierno le estuviese dando gas al coche con la marcha atrás puesta.

Parecía inevitable que, a fuerza de avanzar hacia la retaguardia, llegásemos a una situación de «crecimiento negativo» en la que, salvo fugaces recuperaciones, viene vegetando desde entonces la economía española. Mucho menos sutiles, las gentes del común se limitan a constatar que vamos de culo y cuesta abajo; pero tampoco se trata de que los representantes electos del pueblo caigan en esas rudezas del lenguaje coloquial.

No tan creativo como sus antecesores en materia de eufemismos, el dinámico dúo de ministros que se ocupa de las finanzas de España ha llegado a la conclusión de que la crisis está tocando suelo y a punto de rebotar hacia arriba. Escarmentados en cabeza de ministro ajeno, De Guindos y Montoro huyen de la expresión «brotes verdes» como el diablo de la cruz; pero aun así han decidido adelantar al verano el parte final de guerra contra la recesión.

Es así como, a coste cero, el Gobierno quiere darles una alegría a los españoles con el anuncio de que pronto quedará inaugurada la bonanza. Nada parece más oportuno, ahora que los meteorólogos franceses acaban de pronosticarle a España un verano de mucha borrasca y escaso calor. A falta de sol, tendremos al menos un buen PIB y quién sabe si algunos empleos más.

Los pajaritos cantan, las nubes se levantan.