Guardiola empezó de chiquitito recogiendo pelotas en el Camp Nou. Todavía ruedan por Internet fotos de aquel niño tan serio y responsable, posando con orgullo en el teatro de sus sueños junto al que más tarde sería su jefe y maestro en el inolvidable «dream team».

Tras esculpir su gloria como centrocampista de un equipo que comenzó a revolucionar el fútbol, y después de haber ganado como jugador todos los títulos habidos y por haber, Pep Guardiola se apuntó a eso de entrenar y puso en Segunda al segundo. Le llegó muy pronto la oportunidad soñada por cualquier alevín culé, que es la de llevar las riendas del titular y conquistar con él Europa y el mundo.

Y entonces el sabio se dedicó a reinventar el fútbol, a modernizarlo, a derribar los viejos conceptos, los prejuicios de siempre, las ideas obsoletas, y diseñó directamente sobre el tapete verde, una manera nueva, espectacular, eficaz, revolucionaria de jugar al fútbol, haciendo sencillo lo difícil, clarificando lo que parecía tan lioso y dando belleza plástica a lo que normalmente era sacar el balón a trompicones para iniciar el ataque. Guardiola obró el milagro colectivo de que sus jugadores asumieran el riesgo como algo cotidiano y necesario para vencer al rival. Y cuando se convenció de que sus métodos y la espectacularidad de su juego enardecían a sus seguidores y a los seguidores de otros lugares remotos, los vacunó contra el desánimo y contra la prepotencia y los animó a ser sencillos y humildes.

Habrá que añadir, claro está, que eligió muy bien la plantilla sobre la base de la cantera en la que él aprendió. Y con esos materiales, bien reforzados, construyó el mejor equipo de la historia del fútbol. No hay que recurrir a Messi para ejemplarizar la calidad del Barça.

Vicente del Bosque, campeón de campeones, ha dicho más de una vez (yo mismo se lo he oído en una conferencia en que lo presenté en San Pedro) que si él volviera a ser un jugador joven le gustaría ser Sergio Busquets. A mi no me parece ese elogio solo una alabanza a la persona, aunque está claro que lo admira profundamente. Más bien me parece un reconocimiento global a una nueva filosofía futbolística ideada por un genio y puesta en marcha por un grupo de muchachos sencillos y entusiastas. Busquets es un ejemplo del nuevo fútbol, muy brillante, pero uno más tres tantos artistas.

El caso es que el juego de nuestra selección nacional de fútbol, con el que tantos triunfos nos están regalando, está impregnado del nuevo modo de hacer fútbol que ha perfeccionado Guardiola y que no hay equipo en el mundo que no quiera imitar. Hay una evidencia y es que en cada alineación, Del Bosque hace figurar al menos a media docena de azulgranas en las posiciones claves. Se trata de un hecho objetivo que hay que observar con satisfacción y no con mezquinas apreciaciones partidistas. Creo yo.

Voces conocedoras del fútbol español han asegurado que la Selección Española con Messi sería el Barcelona. Yo, en cambio, lo que veo es que la «Roja» sin Messi, es doble campeona de Europa y campeona del Mundo.