Miles de personas me asaltan por la calle, urgidas por un interrogante inaplazable, «¿debería leer el Inferno del Dante Brown?» Mi respuesta es escueta, porque los lectores de superventas no se andan con rodeos: «Si te gusta Dan Brown, sí». En efecto, este veredicto difiere de las valoraciones abrumadoramente desastrosas que la crítica literaria ha endosado a la novela.

La disparidad se debe a que comentar a Dan Brown desde los estándares y estantes de Wittgenstein equivale a redactar una crítica de un manual de Mecánica Cuántica para espectadores de MasterChef. Los críticos de postín reclamarán aquí su papel de centinelas, contra el envenenamiento de los veneros literarios. En efecto, la parroquia ha abandonado la lectura en serio, y «en lugar del filósofo se llama al cantor». Por desgracia, esta cita lastimera corresponde a Amiano Marcelo y está datada en el siglo IV, por lo que la trivialización de la cultura se produjo como mínimo 1.700 años atrás.

Un Dan Brown sólo puede compararse con otros superventas y, por tratarse del líder planetario del género, debe medirse consigo mismo. Contra la leyenda, El código Da Vinci es discreta dentro de su género, en tanto que la cronometrada Ángeles y demonios supone una obra maestra del género de catástrofes vaticanas. Inferno se sitúa entre ambas, lo cual garantiza una lectura veraniega sin complicaciones ni el síndrome de vergüenza que aconseja esconder la portada del libro que se está leyendo.

A su favor, Inferno supera con creces a la penúltima novela de Dan Brown. La decepcionante El símbolo perdido demostraba que los centros neurálgicos de Washington no pueden competir con el Vaticano en tensión dramática. Pese a las reminiscencias dantescas que pueblan la narración ahora en el mercado, la enésima salida del profesor Robert Langdon no posee un trasfondo religioso, porque se limita a contemplar el exterminio de la humanidad.

La catarata de persecuciones que caracteriza la prosa de Dan Brown se sucede en esta ocasión por Florencia, Venecia y Estambul. El vértigo viajero no evita el asombro ante un autor que combate al villano mientras se coloca de su parte. Así, Inferno contiene una defensa encendida del malthusianismo. Si Da Vinci alentó la diatriba del escritor norteamericano contra el Opus Dei, el Dante versifica su denuncia a las organizaciones internacionales que disimulan los riesgos de la bomba demográfica. Y sobre todo, el Dante Brown mantiene en pie la fábula de que el ser humano siempre logra sortear su destino.