Hay políticos que lo dicen todo en un atril y cerrar de ojos. Hablar en público es un ejercicio de vanidad o solemnidad, pero quienes más éxito tienen son los que lo hacen en tono humorístico. Hablar en público es un arte, si bien el arte tenido por más sublime es saber callarse a tiempo. Pitágoras decía que quien sabe hablar sabe también cuándo hacerlo. Hemingway hizo famoso aquello de que se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callarse. Pues entonces no veas, no digamos nada en estos tiempos en los que nos da por vivir noventa años para mayor mortificación del Fondo Monetario Internacional, el fondo de pensiones y quien tiene que escucharnos. Hay quien habla por hablar y a quien hay que sacarle las palabras con sacacorchos. A estos últimos bien podríamos llamarlos ´vinos´. O botellas. Todo el mundo quiere que lo escuchen. Las mujeres se quejan de que los hombres no escuchan. Y a veces ni siquiera escuchamos este reclamo. Hay diputados mudos, que ya es el colmo. El silencio del diputado es el delito del que cobra como teórico profesional de la oratoria. Los buzos sí se callan debajo de agua. Siempre se dice que hablar en público no es fácil, pero lo verdaderamente difícil es tener público. Hay que ser selectivos con lo que oímos. Nunca nos debe estorbar oír llover. El ruido es el mensaje. Decimos que estamos hablando con alguien cuando en realidad hemos oído muy poco su voz. El ejemplo es el whatsapp. El ingenio popular tiene mucho que decir sobre los charlatanes. En algunos pueblos se dice ´habla más que siete viejas´. En otros, ´habla más que la radio. Los antiguos barberos preguntaban: ¿quiere conversación? Miguel Delibes dio a imprenta un volumen titulado ´Pegar la hebra´, que es una expresión muy castellana. Se trata de un compendio de artículos muy recomendables. En Estados Unidos está la tradición política del filibusterismo, que consiste en que un orador habla y habla sin cesar en la tribuna haciendo tiempo para que lleguen los suyos o retrasando una votación o simplemente obstaculizando. Fidel Castro da discursos de seis horas y ahora que no tiene fuerzas para tal proeza, que otros tildan de coñazo, escribe y transcribe y le salen articulazos en el Granmma de páginas y páginas. De la Torre habla sobre el IBI y Bendodo lo baja. Rubalcaba habla (mal) de las políticas de Rajoy pero pacta con él. En este caso la foto, de ambos en La Moncloa, habla por los dos y dice mucho de ambos. Intentan sellar un sistema bipartito que hace aguas. Una consejera habla de más en una asamblea de IU y se forma el follón por quítame allá ese nombre. Carlos Haya en este caso. Jesús Quintero es famoso por sus silencios. Eran tan elocuentes y e inquietantes que el entrevistador, horrorizado por el vacio, hablaba y hablaba. Es un gran método para entrevistar a alguien. El policía sueña con que el delincuente cante, cuando en realidad quiere que hable cuando en realidad lo que hace es confesar. Los curas tienen una dieta equilibrada. Oyen y hablan. Oyen en la confesión y hablan en misa. La tertulia es el deporte nacional. Escribir sobre hablar es una paradoja. Los ágrafos no hablan por escrito. Escrito queda y que dé qué hablar.