El paradigma de la actual política es la tijera. Un paradigma, una vez instalado en el puente de mando, ya no para de emitir señales al cuerpo. Pero pensar que con sólo recortes el cuerpo acabará por recobrar vitalidad es una falacia. Las medidas de la reforma administrativa del Gobierno son básicamente recortes y fusiones. No se ha pensado en devolver funcionalidad a tantos órganos que no la tienen, para que sirvan, y, en lugar de pesar, muevan. La introducción sistemática de auditorias de eficiencia en las administraciones, la colocación del mérito en un lugar eminente de la promoción y la reordenación por programas, con sus objetivos, serían más útiles para mejorar la relación coste-beneficio. No digo que no hagan falta algunos recortes, pero incluso en esos casos debería tratarse de una cirugía reparadora. La política del simple tijeretazo en el fondo renuncia a la reforma.