La Reina ha conseguido ser abucheada por dos veces en Madrid en menos de 24 horas. Las protestas tuvieron lugar en campo propio, en los selectos recintos del Teatro Real y el Auditorio Nacional. Por mucho que el pelele Wert sirva de coartada en las primera de las pitadas, estas efusiones no forman parte de la realidad virtual de la mayoría de la prensa de Madrid, más atenta cuando los abucheos ocurren en el Liceo barcelonés. Incluso se ha ocultado el pateo para destacar los aplausos simultáneos, como si fueran noticia. Pronto leeremos el titular laudatorio «Ningún miembro de la Familia Real ha sido abucheado en los dos últimos días». La sordera de los periodistas casposos que siempre consiguen alinearse con el poder es un frágil contrafuerte para la Casa del Rey, que tiene un grave problema porque la crisis se limita a desinhibir a los disgustados.

La Reina no ha sido abucheada por su complacencia con Urdangarin, ejercitada antes de descubrir que le engañaba con Corinna. Se pita a Doña Sofía por ausencia del Rey, verdadero destinatario de la bronca. La sintomática reiteración obliga a plantear su renuncia. La sucesión en la figura de Felipe de Borbón será menos automática de lo que prescriben los textos legales, pero el Príncipe es la única propuesta de continuidad de la dinastía. Este dato no le otorga una posición de fuerza ante la ciudadanía, pero sí ante su familia. Le basta con plantear el ultimátum sobre su acceso inmediato a un trono que se desgasta con velocidad inusitada. De lo contrario, el heredero puede insinuar que se corone a alguna de las ejemplares infantas, Cristina ya ha demostrado sus cualidades en la gestión y obtención de fondos públicos.

Felipe de Borbón es un viejo príncipe, que como mínimo accederá al trono con una década más que su padre en idéntico trance. En el dilema «ahora o nunca», la segunda opción se agiganta conforme se retrasa la primera. El heredero nominal puede capitalizar la interminable espera, porque a su edad ya entiende el compromiso inhumano y vitalicio que se le solicita. Si se retrasa el tránsito o el Príncipe no está dispuesto al sacrificio, Aznar quedará muy mono en La Zarzuela.