Málaga necesita un auditorio de 120 millones de euros y yo un chalé de cuatro plantas en Cabopino. Por pedir que no falte. Seguro que, aunque me lo propusiera, tendría poco tiempo de disfrutar plenamente de mi deseada residencia marbellí. Y lo mismo le pasaría a esta ciudad: no habría cómo llenar el soñado auditorio ni haciendo fijo a John Williams para que interpretase a diario su marcha imperial de Star Wars. Gratis, además. Málaga necesita un espacio digno que sirva de sede de la Orquesta Filarmónica y que ofrezca a los amantes de la música clásica y la ópera las mejores condiciones acústicas para su disfrute. Hace muchos años que la OFM y su público vienen reclamando esta carencia, convertida ya en histórica.

Para atender esa reclamación, nuestras distintas administraciones y sus grandes esperanzas planearon construir un monstruo de dimensiones y coste desorbitados a la vez que nos recriminaban haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Cosas de la política. Ahora parece que se han dado cuenta de lo descabellado del asunto y han optado por finiquitarlo por la vía rápida. Así, el auditorio del puerto se suma a la interminable lista de espacios culturales prometidos que se quedaron en el camino, como se quedó aquello de la capitalidad de 2016.

¿Recuerdan ese gran teatro de Antonio Banderas, también en el puerto? Se esfumó y nunca más se supo. Paulino Plata y el actor deben tener por ahí un montón de papeles sobre aquel proyecto y la fundación que se creó para llevarlo a cabo. ¿Y del famoso Parque de los Cuentos? ¿Qué me dicen del prestigioso Museo de las Gemas? En la lista de «asuntos pendientes» también hay joyas como la del cubo del puerto, los cines Astoria y Victoria, la ampliación de la Casa Natal de Picasso y el uso definitivo del Convento de la Trinidad. Sin olvidar el no tan inminente Museo Málaga, que tiene pinta de necesitar un año más para poder abrir sus puertas.

Si pusiéramos en una lista los proyectos prometidos que finalmente se han materializado, como la recién inaugurada nueva sede del Museo Interactivo de la Música, el Museo Picasso, el Teatro Echegaray, el Museo Carmen Thyssen..., y en otra las promesas rotas de políticos y gestores, la nota no alcanzaría ese 5,5 necesario que pide el ministro Wert. Es muy fácil pedir esfuerzo y comprensión a los ciudadanos y, por lo que vemos a diario, debe ser muy difícil planificar con sentido común, previsión y realismo.