España tiene un problema grave: su incapacidad para integrar económica y socialmente a la población joven. Precisamente hoy, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE buscarán alcanzar en la cumbre europea, un acuerdo de mínimos para combatir este tema, el paro juvenil y reactivar el crédito a las pymes. Y digo yo que el asunto sería para llegar a un acuerdo de máximos, no de mínimos, ni de medianos. Es primordial. Sobre ambas cuestiones los jóvenes empresarios llevamos demandando especial atención desde hace años, será porque lo sufrimos y vivimos en nuestras propias carnes, y por la doble condición; la de jóvenes y la de empresarios. Y recientemente con la «mochila» y «responsabilidad» de ser la supuesta solución a este país. Y tenemos claro que para arreglar este guirigay, hace falta solucionar problemas que son estructurales, y que ahora por fin están en la pasarela de la actualidad y el listín de «problemas a solucionar». Ya era hora. Luego tocarán las reformas fiscales, los impuestos y las medidas de estímulo. Pero se acepta «pulpo como animal de compañía», más vale tarde que nunca. Y si ahora hablamos de jóvenes, tenemos que hablar de Andalucía y de Málaga, con una densidad juvenil excepcional. También con un gran talento. Por eso sabemos, que una sociedad que no garantiza expectativas a sus generaciones venideras tiene un serio problema de confianza y de futuro. Y lo tenemos todos.La crisis ha puesto al descubierto dos modalidades de defectos. El primer tipo es de orden económico-administrativo; el segundo, de orden moral. Y ambos van unidos. Los dos afectan a los jóvenes. Para ellos ni «movilidad exterior», ni «espíritu aventurero», ni «motivo de orgullo» son comprensibles, ni justificables de su realidad. Ellos no lo ven así. El futuro, ellos y ellas se merecen algo mejor. No darles salida es propio de un organismo social que se vuelve decrépito por su incapacidad de regenerarse. Desde siempre se ha escrito sobre la fuga de cerebros jóvenes que encuentran amparo en otras sociedades más sensibilizadas con eso de la inversión en I+d+i, con la innovación e incluso con la cultura (ya pueden adivinar qué hacían y sobre todo qué opinaban los Dalí, Picasso y compañía en su juventud fuera de España buscándose la vida adecuadamente). Pero ahora no solo se van los cerebros, sino todo el cuerpo social de jóvenes que no encuentra acomodo económico ni personal en nuestro país. El talento es un bien que se disputan los países con un objetivo claro: hacer su economía más dinámica y competitiva.

Se trata de una cuestión estratégica. Orientar la economía nacional hacia sectores económicos de alto valor añadido es garantía de éxito en un mundo globalizado. En cambio, España en medio de todo este cola-cao parece haber perdido sentido estratégico llevados por las «necesidades que te marcan las circunstancias»; ya ves que cosa, en realidad lo que hemos perdido es cuestión de futuro. Estamos perdiendo nuestro futuro; los jóvenes, que son divino tesoro, mirémoslo por donde lo miremos.

Según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre de 2013, entre los menores de 25 años el 57,2% está en paro. Los que tienen empleo sufren una tasa de temporalidad del 60,96%. Y la tasa de emancipación está en el 7,73%. Y la cosa está lejos de mejorar. En el último año, la tasa de paro juvenil se ha incrementado en un 5,21%. Y sólo un 3,5% quiere estar en esta triste situación. Y todo ello a pesar que la población joven ha descendido más de un 4%.

Pero la realidad no se agota en la enumeración estadística. Estos datos sólo cuantifican la percepción ciudadana del deterioro continuado de nuestra economía, y también de un sistema político y social seriamente dañado (para el CIS, uno de los principales problemas de la ciudadanía española). Si el Gobierno anterior cometió el error de, en primer lugar, negar la crisis, y luego reactivar la economía con las políticas expansivas que estaban en su mano, derrochando lo que no teníamos,sin corregir previamente los desequilibrios internos; ahora, el Gobierno actual se empeña en salir de la crisis con una devaluación interna total en un marco de austeridad. Bajos salarios, con una economía y estructura anquilosada, una fiscalidad rígida, con poca producción de valor agregado, basada en la prestación de servicios y en la producción de bienes de escaso valor. Y entre medias, siempre sufriendo la cuestión juvenil. Pero no todo es cuestión de fondos y de dinero. Pensamos que todo se arregla con lo mismo. El ministro De Guindos nos deja un «la lucha contra el desempleo juvenil no es solamente fondos», sino que también es importante «tener un marco en el cual se generen las condiciones para que haya creación de empleo para los jóvenes». Es la clave, y si por marco, entendemos que es ese ecosistema en el que la justicia, la educación, la economía, el cainismo y demás cuestiones, es cierto que se tienen que solucionar de raíz. Casi na esto del «marco». Esta aspiración es media historia de España y media «solución total» a los problemas que nos aquejan. Y que ahora, un país marcado por el envejecimiento y por la debilidad de sus mecanismos de integración, es presa fácil de la economía sumergida y lo peor, de un clima cainita y demagógico, que nos puede hacer a todos peores. Albert Camus, en su texto magnífico Calígula, ya mostraba con crudeza enorme las miserias de la condición humana y su disponibilidad para colaborar con la ignominia. Y es que esto de la lectura dialéctica de la realidad proclamaba el fin de las ideologías. Es lo que tiene el conocimiento. Te pone en antecedentes de lo que puede estar ocurriendo, y a propósito, Albert Einstein, posiblemente uno de los mayores científicos de la historia de la unanimidad, a su paso por el Luitpold Gynasium, y en plena juventud, tuvo que escuchar del profesor Degenhart «que nunca conseguiría nada en la vida». Einstein aprobó raspando las asignaturas obligatorias de aquel sistema educativo anticuado e ineficaz. El rayo que no cesa.