Da pena escribir esto pero es verdad y está ocurriendo. España pierde población de forma acelerada. La gente se va porque aquí no hay trabajo ni perspectiva de que lo haya. En el último año han abandonado nuestro país más de quinientas mil personas, la mayoría extranjeros. Desde 1971 no se producía una sangría de este calibre. Es decir, desde hace 42 años no nos habían hecho tan pobres y desgraciados.

No podíamos llegar a imaginar, hace tan sólo tres ó cuatro años, que España caería rodando por un precipicio económico que nos convertiría en un país menesteroso y despreciado por el entorno. Tampoco podíamos pensar que la culpa de la debacle, del éxodo que se está produciendo, nos la iban a echar a nosotros, candorosos ciudadanos, porque no habíamos cuidado bien de su dinero.

En la época del último franquismo, todavía en plena hambre, emigraron a Europa a buscar trabajo cuatro ó cinco millones de trabajadores españoles, pero era gente de ida y vuelta que se iba con lágrimas en los ojos y se resignaba al clima insoportable y a limpiar chimeneas, sin desconectar ni un segundo de la idea obsesiva de volver un día al sol que dejaron aquí iluminando sus calles y plazas. Sólo el objetivo de ahorrar unos marcos y coger el tren para disfrutar de nuevo las ferias y las procesiones les bastaba para llenar el tiempo y cumplir con la promesa que se hicieron en el momento de la partida. Así fue como España fue recuperando su censo y así fue como el extrarradio se pobló de viviendas sociales hasta brotar por todo el territorio nacional miles de barriadas coronadas con millones de primarias antenas de televisión.

Aunque no pocas familias españolas decidieron quedarse en las ricas y heladas tierras europeas porque los niños crecieron y se les hacía difícil el retorno, lo cierto es que la mayoría de los emigrantes compraron su casita en España, montaron su pequeño negocio o simplemente se jubilaron del hielo de las calles alemanas para cambiarlo por la temperatura agradable de nuestros atardeceres.

Lo de ahora es otra cosa. Se marchan los nuestros y los que vinieron. Ya habíamos alcanzado el status occidental. Los sudamericanos venían a hacernos las labores que nosotros ya no queríamos hacer. España era para ellos lo que Europa fue para nosotros. Pero Europa nos ha abandonado. Nos ha echado a patadas del estado del bienestar por el que nosotros habíamos peleado durante más de treinta años. Lo quieren para ellos solitos. Ya no son los ecuatorianos, los colombianos, los bolivianos quienes vuelven a sus casas con el gesto de la frustración y el petate vacío. Ahora se largan nuestros jóvenes, lo mejor de nuestro capital humano, ingenieros, informáticos, universitarios que tantos euros nos costó formar. No viajan para recibir formación y regresar. Eso era antes. Se marchan para enseñarles a ellos lo que han aprendido aquí, para engrandecer sus países.

Nosotros teníamos un país digno y vivible, pero ellos se lo están llevando a Suiza y a las Bahamas. Y nos han dejado aquí con las puertas abiertas de par en par, la gente yéndose a buscar trabajo.

Madre mía€ Qué solos nos están dejando.

*Rafael de Loma es periodista y escritor

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