A perro flaco todo son pulgas, y a economía náufraga submarino hundido. Sin embargo el problema del perro flaco no es su falta de carne, sino el desánimo, que atrae parásitos a un cuerpo sin energía ni para rascarse. Lo del submarino «Isaac Peral» le podría haber pasado a cualquier país que tomara riesgos de innovación, porque innovar es arriesgar. Lo que nos hunde es la eterna monserga, ante cualquier fracaso, de que aquí impera la chapuza, somos un desastre y esto no tiene arreglo. Eso no es verdad, pero los efectos son iguales a que si lo fuera.

Seguramente el asunto del submarino se arreglará, pero el daño ya está hecho. No pido, claro, que se tapen los fallos, sino que se vean como episodios de todo aprendizaje. Otra cosa es que se mande a los responsables a picar piedra, que también es formativo. Aquí los responsables librarán, pero todos nos hundiremos con el dichoso submarino.