Para un discípulo aventajado de Arrigo Sacchi, uno de los pocos entrenadores que redefinió el fútbol, la forma es tan importante como el fondo. El Milan de Sacchi, en el que Carlo Ancelotti interpretaba un papel importante sin brillar tanto como los Gullit, Van Basten, Maldini o Baresi, no sólo fue el equipo dominador de finales de la década de los 80, sino que aún se recuerda un estilo que aunaba brillantez y eficacia. Quizá por eso, ahora que aterriza en un club como el Madrid, obligado a buscar la excelencia, la primera declaración de Ancelotti no pudo ser más clarividente: «victorias y espectáculo».

Ancelotti tiene un palmarés sólo al alcance de los elegidos, en el que brillan cuatro Copas de Europa, dos como jugador y dos como técnico del Milan. Un currículo que no le impide tener siempre muy presente sus orígenes («si no hubiera sido por el sudor de mis padres yo habría sido un cualquiera») y reconocer sus errores con naturalidad. Como ocurrió en sus inicios con un futbolista que después maravillaría en el Chelsea, Giancarlo Zola: «Fue un error, yo quería jugar un 4-4-2 y él quería jugar por el centro como un delantero. Era mi primera experiencia como entrenador de la Serie A y no fui capaz de cambiar el sistema», admitió años después sobre la salida del italiano.

Fue la coincidencia con otra estrella, Zinedine Zidane en el Juventus, la que alteró el librillo de «Carletto», como se conoce cariñosamente al nuevo entrenador del Real Madrid. «Era de los que pensaba que los jugadores tenían que adaptarse al sistema. Con Zidane cambié y empecé a jugar con un 4-3-1-2», admite Ancelotti. «Con aquella decisión demostró su inteligencia», apunta Ciro Ferrara, defensa de aquella «Juve».

La mayoría de los jugadores que ha estado a las órdenes de Ancelotti habla con admiración del técnico nacido en la localidad de Reggiolo el 10 de junio de 1959. Incluso aquellos a los que condenaba al banquillo con asiduidad, como el delantero español Javi Moreno, en su etapa en el Milan. «Ancelotti es muy buen tío. Sabe llegar al jugador. Se preocupa por resolver todos sus problemas y en el Milan supo llevar un vestuario lleno de monstruos: Simone, Maldini, Pirlo, Shevchenko, Inzaghi, Rui Costa...».

Por ese lado, Ancelotti no debería de tener problemas con la constelación de estrellas que se encontrará en el vestuario del Bernabéu. Llega avalado por la buena temporada en el PSG de Ibrahimovic, un futbolista que acaba muy pronto con la paciencia de sus entrenadores. Quizá por eso el apodo de «pacificador» que algún sector del madridismo le ha aplicado, en contraste con el paisaje bélico que dejó su antecesor, Mourinho. Pero el nuevo técnico del Madrid no siempre ha conseguido mantener la compostura que suele mostrar en la banda o en la sala de prensa. En sus inicios en el Milan, tras perder un amistoso veraniego ante un equipo de la Segunda B suiza, echó sapos y culebras por la boca contra sus jugadores. Después, arrepentido, se dirigió a su excompañero Maldini pidiendo compresión.

A Carlo Ancelotti le gusta disfrutar de las ciudades donde le lleva el fútbol y adaptarse a los usos y costumbres de cada país. Por eso se le notó incómodo en su presentación como entrenador madridista. Además del italiano, Ancelotti domina el inglés y el francés. Por eso le hubiese gustado expresarse con soltura en castellano, pero no tuvo tanto tiempo como Pep Guardiola para empaparse del alemán. Su discurso, de momento, es una mezcla curiosa, algo así como su credo futbolístico, que bebe de varias fuentes.

Como buen italiano, Ancelotti le da mucha importancia al trabajo táctico, a dotar a sus equipos de un orden como punto de partida. Pero ya en sus inicios le dio importancia al juego combinativo. «Nos obligaba a jugar la pelota desde atrás», destaca Javi Moreno, que considera un principio irrenunciable para su nueva etapa: «Iniciar el juego sin regalar la posesión es la filosofía del fútbol en España y el Madrid tiene muy buenos jugadores para hacerlo».

«Será ofensivo, solo hay que ver lo que hizo con el Milan, donde jugaba con Pirlo, Seedorf y Kaká en el medio», advierte el ex madridista Cannavaro, con el que coincidió en el Parma en la década de los 90. Una buena carta de presentación para un Bernabéu que quiere más fútbol y menos tensión.