Dos periodistas suecos acudieron a Málaga Acoge hace unos días. Acalorados, en pleno agosto, se sorprendían del intenso sol y la poca actividad de la ciudad a mediodía. También de lo «tipical spanish» de las calles del barrio de la Trinidad. Querían información acerca del trato que España da a las personas inmigrantes en situación administrativa irregular: sanidad, educación, documentación€ Y, mientras en muchas cuestiones su país, Suecia, y este, eran muy similares, hubo una cuestión que les llamó especialmente la atención: «¿De verdad que siguen llegando personas en patera? ¿Eso no acabó hace tiempo?». Su sorpresa tiene sentido: hay que pararse a pensar por qué sigue ocurriendo, por qué hay personas que siguen arriesgando la vida en el Estrecho, por qué hemos sido incapaces de darle solución.

Así que reflexionamos, intentando echar la vista atrás para ver todo de una manera más global. Una opción para ello es tirar de hemeroteca. Ahí es fácil leer titulares como estos: «16 ilegales llegan a Algeciras a bordo de un pesquero y 7 en un transbordador». «Casi 300 inmigrantes detenidos en el fin de semana con mayor afluencia de pateras del año». «Un buque rescata a 25 inmigrantes supervivientes de una patera». «Rescatados 54 inmigrantes cuando cruzaban el Estrecho». Quizás lo más interesante es que estas noticias tienen entre sí dos décadas de diferencia. La primera es de enero de 1994 y la última es de esta misma semana, las otras dos, de la primera década del siglo XXI. Lo único que cambia, quizás, es el lenguaje: afortunadamente, ya es difícil encontrar en un titular ´ilegales´ en sustitutivo de personas inmigrantes en situación administrativa irregular. Al menos algo sí ha cambiado.

La cuestión de fondo es que desde hace más de dos décadas hay personas llegando a las costas españolas. Primero en patera, luego en cayuco y más tarde en cualquier opción posible: escondidos junto a hélices de un ferry o en balsas de juguete. Y en todo ello hay algo difícil de entender. ¿Por qué la Unión Europea y España, por ser el país más cercano a África, nunca han abordado estos movimientos migratorios desde la óptica de sus causas? Siempre lo han hecho pensando en el control de fronteras y, así, es imposible solucionar el problema en origen. Como demuestra una de las medidas adoptadas: el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), que bajo el objetivo de mejorar la seguridad de «todos» ha servido para poco más que aumentar las muertes en el Estrecho. Desde su puesta en servicio, las rutas se han hecho más largas.

No es lo mismo cruzar desde Marruecos a la costa gaditana que a Murcia. Y ahí el riesgo se multiplica. Como también lo hace la permisividad desde la que se percibe, a lo lejos, la violencia empleada por las autoridades marroquíes ante las personas inmigrantes, como ONGs y la propia Guardia Civil han denunciado en algunas ocasiones. O la repetida vulneración de Derechos Humanos a quienes llegan a nuestras costas.

La situación en la que se encuentra el continente africano es una de las principales razones de esta migración. Basta saber que la frontera entre España y Marruecos es la más desigual de la Unión Europea; o que si el archipiélago canario fuese un país, sería la quinta potencia económica de África (y allí hay más de medio centenar de países). Y olvidémonos de esa leyenda urbana de que la principal entrada de personas inmigrantes a España sea en patera: ni en las épocas de mayor llegada de embarcaciones el número ha superado el 10 por ciento del total que entran al país. La inmensa mayoría lo hacen que por avión o, por ejemplo, por autobús desde Francia. Y que nadie se pregunte, por favor, esa cuestión recurrente hoy día: «¿Por qué siguen viniendo con la crisis que hay?». La respuesta es obvia. Y bien la resumía Gueye Ba Faye, un vecino de Torre del Mar nacido en Dakar, capital de Senegal, que entrevistamos en una de las campañas de Málaga Acoge hace unos días: «En África hemos estado siempre en crisis». Busquemos soluciones, la sociedad hoy es ya multicultural y de ello nos beneficiamos día a día. Migrar es un derecho. Trabajemos para que sea un derecho real.

*Adela Jiménez es presidenta de Málaga Acoge