El sonido de los tambores de amortigua y los pétalos derramados por la calle se empiezan a recoger con rapidez. Mater Dei ha dado a su fin. El gran acto de las cofradías por el Año de la Fe tuvo la pasada noche su gran acto central con una salida procesional de siete imágenes que representaban a siete advocaciones de la Virgen María. Su entrega y su ejemplo de fe ha sido el eje central sobre el que ha girado esta celebración. Pero su trascendencia ha ido mucho más allá del ámbito religioso y cofrade. Su impacto también es social, turístico, económico y de rearme de una sociedad golpeada por la crisis hasta límites insospechados.

Siempre que hay una procesión fuera de la Semana Santa se escucha la misma cantinela. De por qué se celebran fuera de fecha, de que cualquier excusa es buena para sacar un trono a la calle y, el que se las da de gracioso, hace el manido chiste del tronódromo. En esto los cofrades tenemos que ser cuidadosos, para no convertir una procesión en un acto vacío de contenido. Las voces que se quejaron de las imágenes que participaron en el Mater Dei y que pedían otras supuestamente más populares, deberían tener en cuenta que una salida procesional no debe ser como un sobre muy decorado, pero vacío. Debe contener un mensaje, un sentido, algo que justifique estar en la calle. La ciudad es de todos, del creyente y del no creyente. Y, si queremos ir más allá, si queremos refutar los prejuicios que surgen del desconocimiento y las críticas facilonas, toda procesión debe estar llena de contenido y argumentos.

La celebración del Mater Dei ha sido ejemplar en este punto. El programa diseñado en la Agrupación de Cofradías tenía una idea de fondo que se ha desarrollado con distintos actos y que anoche tuvieron su gran momento. A diferencia de otras ciudades, donde quizás ha faltado ese mensaje claro que se quería mandar. Pero hay más. Mucho más. De una forma inesperada, el Mater Dei ha sido un ejemplo integrador de diversas sensibilidades y culturas cofrades. El cofrade cordobés, sevillano, granadino o almeriense, entre otros muchos, vinieron a Málaga, se mezclaron con nosotros, preguntaron, comentaron, intercambiaron experiencias y se llevaron contactos y recuerdos a sus casas. Málaga se ha integrado un poco más en Andalucía y, lo que es más importante, Andalucía se ha entreverado entre los malagueños. Más allá de las rencillas localistas, el Mater Dei fue un ejemplo de armonía.

Pero, y de nuevo se ahonda en esa integración, la celebración de este evento ha supuesto también un claro beneficio para los malagueños, independientemente de sus creencias. Este fin de semana hubo mucho trabajo que hacer en hoteles, bares y restaurantes. Los turistas llenaron mesas y habitaciones, dejaron su dinero, movieron la economía malagueña. Ese trabajo y esa actividad económica no entiende de creencias. Como tampoco la actividad social de las cofradías que, mucho más allá de lo llamativo que supone poner una procesión en la calle, se fajan día a día contra la crisis.

Hablando ayer con Javier Torres, hermano mayor de la Piedad, comentaba la dureza con la que está golpeando la crisis muchos malagueños que, nunca antes, se habían encontrado en esa situación. Profesionales preparados, padres y madres de familias que antes vivían en situación desahogada y que tenían su sueldo, tienen ahora que pedir para comer. Han vendido todo, no tienen ingresos, pero ahí está la cofradía para ayudarles con comida, apoyo y amistad. Y no se mira de dónde viene la petición de ayuda, sino la necesidad que se tiene.

La integración que se consigue con el hecho cofrade en general, y con el Mater Dei en particular, supera con mucho los prejuicios que mucha gente pueda mostrar cada vez que se anuncia que hay una procesión fuera de Semana Santa. Málaga no vive para las cofradías, por mucho que alguno piense lo contrario. Son las cofradías las que viven por Málaga. Eso sí, esto funciona sólo si se llena de contenido y sentido cada acto que organiza una hermandad. El Mater Dei nos ha dado su mensaje.