La principal amenaza para un horizonte 2020 de la Unión Europea ya no son las economías italiana y española, sino la economía francesa y la política británica. Tales son las conclusiones del economista alemán Holger Schmieding, que trabaja en la City londinense para un banco de Hamburgo, tiene fama de liberal y afirma que «el peor error que podemos cometer al evaluar el futuro es limitarnos a extrapolar el presente».

Lo afirma en El futuro de la economía europea: ¿desastre o liberación?, un trabajo del Centro por la Reforma Europea, un think-tank londinense «proeuropeo pero no acrítico», según propia definición, y que «consigue ser al tiempo atlantista y europeísta», según The Economist.

Schmieding cree que países como España e Italia han hecho sus deberes, como los hizo Alemania en tiempos de Schroeder, y por ello están empezando a presentar datos esperanzadores, que van a ir a más en los próximos años si no cejan en el empeño reformista. Por el contrario Francia sería el miembro enfermo de la familia europea: «gasto público hinchado, generalizada falta de competitividad, leyes laborales rígidas y un sistema educativo despilfarrador». Si los mercados no le castigan por ello, añade, es debido a la fuerte alianza política con Alemania, que siempre le respalda. Dicha situación le aleja sin embargo del poder: los asuntos del euro los discuten la cancillería alemana y el Banco Central Europeo, Berlín y Frankfurt. Pero esto no puede continuar siendo así indefinidamente.

Hay dos caminos para cambiar la situación, siempre en la ortodoxia liberal del analista. Una es que Francia, deseosa de pintar algo en la toma de decisiones, haga las reformas por sí misma y sanee su economía; ello le podría llevar incluso a competir por el liderazgo continental. La otra es que las reformas vengan impuestas, por el bien de la unión económica y monetaria, y ello podría llevar a un rechazo popular, una ola de chauvinismo antieuropeo, y a la ruptura de la alianza franco-alemana vigente desde la postguerra y cemento principal del edificio europeo, que se desmoronaría. Esta es la amenaza, improbable pero no imposible, que la economía francesa presenta a Europa en un horizonte 2010 según Schmieding.

En cuanto al Reino Unido, el peligro es el creciente apoyo a los aislacionistas que quieren sacar el país de la Unión y que, de tener éxito, provocarían un gran daño, pero ante todo a la propia economía británica: «Las reformas de Thatcher», afirma, «convirtieron Londres en el centro de servicios de Europa. Si Gran Bretaña saliera de la UE, podría tener que aceptar todas las normas del mercado único sin tener nada que decir sobre ellas (como Noruega), o podría perder el libre acceso a su principal mercado». Y si encima una Escocia independiente solicitara el ingreso en la UE, se llegaría a «una pequeña Inglaterra sumida en la decadencia».