De la plata se ocupa mi papá». Dice la prensa que ésa fue la defensa del futbolista del Barça y defraudador de la Hacienda española cuando compareció como imputado ante el juez y no hay por qué no creerle.

El papá, como no cabía esperar otra cosa, exculpó a su hijo y apuntó a la supuesta deslealtad de un exsocio. Echar balones fuera, responsabilizar a otros y en ningún caso reconocer la propia culpa es práctica demasiado habitual en este país.

Lo hacen los políticos, lo hacen los empresarios y también los banqueros. ¿Por qué no iban a hacerlo un brillante futbolista y su progenitor?

El periódico donde encontré la información de lo sucedido no hablaba de ningún gesto de arrepentimiento del argentino. ¿No habría tenido un gesto de ese tipo un carácter aleccionador, ejemplarizante dada la enorme popularidad del jugador del Barça? ¿No habría forma de exigírselo a cambio de esa cierta clemencia con la que podría ser tratado al lograr esquivar la cárcel?

El diario que relataba lo ocurrido mencionaba por el contrario los vítores y gritos de «Messi, presidente» con los que el futbolista fue recibido a la llegada y la salida de los juzgados. Y citaba a un joven descerebrado que se expresó así: «A mí me da igual si Messi roba. ¡Soy del Barça!».

Uno no puede evitar pensar en los aplausos con que fueron recibidos en su día por la gente algunos dirigentes corruptos valencianos y cómo volvían a ser elegidos además en las urnas después de que se tuviese pleno conocimiento de lo que habían hecho y deshecho durante años.

Y a uno se le ocurre también que no es inocente que el fútbol ocupe tanto espacio en las televisiones y las radios tanto públicas como privadas o en las páginas de los periódicos.

¿Se imaginan el estallido que podría producirse en medio de la crisis si no existiese esa diaria válvula de escape?

Mientras en los bares se hable de los goles o fallos de Messi y Ronaldo o de los millones absurdamente pagados por Gale, la gente hablará menos del paro, de los recortes, de la subida de la luz, del empobrecimiento de los jubilados o de las mentiras y manipulaciones del Gobierno.

Porque no hay más equipos. Si no, las televisiones no ofrecerían otra cosa a lo largo del día. Y ¡todos tan contentos! Ya se sabe: panem et circenses.