Ya ocurrió la temporada pasada. Pero con diferencias notables. El inicio de entonces generaba frustración y éste dudas en el Real. Venía del triunfo en la Liga y ahora de no ganar nada y estrenar equipo técnico. De jugar con un equipo y un sistema muy rodados, a cambiar de entrenador. Y, en este último caso, de una personalidad egocéntrica, provocadora e individualista a otra bien diferente. De Mourinho a Ancelotti. De los complejos a la madurez. Hace un año se discutía la bondad de un esquema táctico y su aplicación, en entredicho por carecer de una regularidad brillante como es exigible al Madrid, y ahora se duda de la capacidad del nuevo técnico para dotarle de aquélla y empiezan demasiado temprano las críticas a quien tiene la misión de devolver la grandeza perdida a un club perdido en el erial de lo absurdo.

Y producto de esa pérdida de sus valores tradicionales se ha generado también una división muy apreciable en el madridismo. Lamentable realidad comenzada en los estertores del «mourinhismo» y a punto de provocar como herencia venenosa y estéril una guerra entre los seguidores blancos menos templados. Una «guerra civil», si me permiten la funesta expresión, que el responsable para lo bueno y para lo malo de los destinos del Real Madrid desde el año 2000 debe contemplar con preocupación porque las encuestas que inteligentemente manda realizar se lo irán cantando, y le puede estallar bajo su presidencia con resultados inciertos. Ya hemos recordado alguna vez que a alguien tan emblemático como don Santiago Bernabéu le zarandearon el coche en el que accedía al estadio de su nombre un día de partido.

Florentino Pérez ha tenido un aparente éxito por muy espectacular que parezca en los temas económicos, porque ya veremos lo que hay debajo de sus balances el día que se marche, pero como también hemos reiterado es el dirigente madridista de peores resultados deportivos en la historia.

Sólo hay que mirar las sencillas estadísticas comparativas de años en el poder y títulos obtenidos de todos los presidentes merengues. Y, perdónenme la nueva reiteración, si miramos también los dineros gastados en plantillas, técnicos y jugadores de postín, tal comparación serían escandalosa en su contra.

Lo peor que puede dejar tras de sí en vista de la gran aceptación que disfruta -ahí sí demuestra su indudable capacidad- sería una afición madridista dividida en permanente contienda. Y el rastro de que algún émulo de Unamuno pudiera decir, como en aquel triste día de la Raza del 36 en Salamanca sin que aquello tenga nada que ver con esto, naturalmente; un Madrid de los «hunos» a los otros. Volviendo al tema estrictamente deportivo, es evidente que el italiano Ancelotti y su equipo técnico están tratando de dotar a sus jugadores de nuevos automatismos tácticos desde el planteamiento estratégico de devolverles el buen juego y la regularidad que casi siempre fue consustancial a la divisa blanca y morada del club de Chamartín. Otra cosa es que les lleve más tiempo de lo normal y la ola gigante que provocaría tal demora se los llevaría por delante. Y sería una pena, porque su apuesta por la gente joven y el producto nacional se merecen el éxito que ahora mismo se le está negando en el terreno de juego.

De todos modos hay decisiones que hacen sospechar aspectos no del todo deportivos y personales en el técnico blanco, como es su apuesta excesiva por Benzema, que por mucha calidad que atesore no está justificando, ni lo hizo en el pasado, la conveniencia de tal favor en base a una explosión en su juego que le haga, como dijo en su día Pérez al ficharle, que alguna vez sea Balón de Oro. Este gabacho taciturno y algo «pichafría» en el césped será una promesa permanente. Pero sólo eso.

Junto a ello, mi enhorabuena por lo del malagueño Isco. ¡Enorme jugador!