Va acabando la temporada de fiestas del pueblo (más o menos de agosto a octubre). Lo característico de esas fiestas es la carpa, y cuando el pueblo logra tener recinto fijo ya no son fiestas de pueblo. En la carpa se encuentran los vecinos actuales con los que están fuera, a veces lejos, y regresan esos días al calor de la incubadora vecinal, una zona del tiempo en la que siempre hay buena temperatura, a mitad de camino (hacia atrás) entre lo que hoy es uno y lo que era al salir de la placenta local. En cierto modo la carpa vendría a ser un útero virtual, en el que se proyecta la película de siempre, que es la película de todo pueblo. En la carpa se hace recuento de bajas, nuevos cruces, rupturas y emparejamientos, triunfos, fracasos, dichas, desgracias e historietas, y se echa cemento cohesivo a las junturas para que el pueblo siga a flote, pese a la bajamar viva del despoblamiento.