Los pilares de una democracia son unas instituciones libremente elegidas, unos derechos y libertades efectivos, una prensa libre y un sistema judicial independiente. Cuando una de esos pilares tiembla, sufre toda la arquitectura. El sistema judicial descansa no poco en su credibilidad, ésta se juega en procesos vistosos en que ha de enfrentarse a otros poderes y da igual que miles de jueces cumplan bien su tarea si la independencia no resplandece en esos procesos. A estas alturas del caso Urdangarin no tiene mucho sentido que la infanta Cristina no haya sido llamada a declarar, en la condición que proceda. A estas alturas del caso Bárcenas tampoco tiene sentido que no se tome declaración a los máximos responsables del PP. Son asuntos vidriosos, en los que no se debería buscar la sangre, pero el peor desenlace sería que, por evitarla a todo trance, la perdiera el poder judicial.