Aquel gran actor de la política, que no del celuloide, llamado Ronald Reagan solía hablar de su país como «la tierra de los libres y hogar de los valientes».

No sé si alguna vez esa frase de pura propaganda, tanta al menos como la del famoso «sueño americano», habrá tenido base real. En ningún caso se corresponde con lo que vemos hoy allí: un país que usa sus «drones» para eliminar extrajudicialmente a terroristas reales o supuestos y que espía indiscriminadamente a medio, si no todo el planeta.

Un país que impidió recientemente que viajara a un congreso de germanistas que se celebraba en Denver (Colorado) a un escritor alemán de origen búlgaro llamado Ilija Trojanow, que ha sido distinguido con premios tan importantes como el de la ciudad de Leipzig, el Ingeborg Bachmann o el Adelbert von Chamisso.

Al autor de El Mundo es grande y la salvación acecha por todas partes no se le permitió abordar en Brasil un avión con destino a Estados Unidos al ser considerado supuestamente persona non grata en ese país por haber firmado una petición de protesta contra sus prácticas de espionaje global.

Trojanow, que nació en la Bulgaria comunista y huyó de niño con su familia a Alemania a través de Yugoslavia e Italia, es el impulsor junto a la joven escritora alemana Juli Zeh de una carta abierta a la canciller Angela Merkel que se publicó inicialmente en el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung y lleva recogidas mientras tanto más de 70.000 firmas, entre ellas las de escritores, sociólogos y otros intelectuales del área germana como Robert Menasse, Josef Haslinger, Ingo Schulze, Julia Franck o Ulrich Beck.

La carta reprueba duramente el programa estadounidense de vigilancia de las comunicaciones electrónicas y telefónicas globales que los firmantes consideran un «ataque histórico al Estado de derecho democrático» y a la sustitución de «la presunción de inocencia» por «la sospecha generalizada».

Una de los firmantes, la escritora de origen austriaco Eva Menasse, denuncia en el semanario Die Zeit ese sistema al que los ciudadanos que han vivido en las dos Alemanias -como la propia Merkel- deberían ser especialmente sensibles pues es más «poderoso» en su invasión de la privacidad que la Stasi (policía secreta comunista) y la Gestapo nacionalsocialista.

Lo sucedido con Trojanow ha suscitado protestas del PEN alemán, de la universidad estadounidense que le había invitado, así como del PEN estadounidense.

Mientras estos y muchos otros intelectuales y ciudadanos demócratas se indignan, un programador de software estadounidense que ayudó al equipo del presidente Obama a identificar mejor a los electores indecisos comprando datos sobre audiencias a las emisoras de TV, muestra un alegre apoliticismo que explica mucho de lo que ocurre hoy y lo que nos espera si no le ponemos remedio.

Opina ese experto en informática llamado Harper Reed, para quien «vender» un presidente es como vender cualquier producto, que cuantos más datos se conozcan, «mejores productos» podrán diseñar las empresas para el mercado.

Reed cree que nuestras sociedades se parecerán cada vez más a Singapur, y cuando se le comenta que la revista Wired describió una vez ese minúsculo Estado como «una Disneylandia con pena capital», responde así: «Pero allí está todo más limpio».