El mensaje es escueto y directo, decía: «vendo un riñón». Utiliza una página web de anuncios en internet y sentencia «por motivos económicos graves». Detrás de estas letras siempre hay una persona. Una historia. La pobreza les empuja a ello. La crisis económica ha agudizado este problema arrastrando desgraciadamente a muchas personas a ese peculiar «abismo fiscal». Precisamente anteayer era el día internacional de la pobreza, y aunque queramos mirar para otro lado, lo más conveniente como ciudadanos y personas responsables es mirar el problema de frente. Porque es real. Existe. Recientemente a los servicios sociales y de bienestar del Ayuntamiento de Málaga se le otorgó un galardón europeo por su «reflexión» sobre la cuestión de la pobreza. Reflexionar sobre un tema tan serio podría ser un magnífico trampolín para buscar soluciones. Es innegable que muchas personas se han quedado fuera del sistema, no hace falta más que echarle un vistazo a la cola del «salario social» de bienestar. O preguntarle a los esforzados servicios sociales de la Junta, el Ayuntamiento, Cáritas, o a cualquiera de esas vitales ONG que hacen en Málaga una tarea titánica. «Este año ya no pueden darte más ayudas, lo hemos agotado todo», es la respuesta más escuchada. En esos momentos, ellos y ellas sí que están al borde del abismo. La empresa en la que trabajaba quebró (¿cuando nos daremos cuenta de la importancia de las empresas para crear empleo, cuando?), y tras agotar todo tipo de subsidios, viven gracias a los alimentos que le proporcionan sus vecinos y su familia. Mucha desigualdad y escaso empleo. Desgraciadamente como en muchas ciudades de España. Hay numerosos barrios en nuestras ciudades donde la pobreza se ha instalado para no irse. Al hablar de miseria, desgraciadamente ya no tenemos que evocar a Sierra Leona, Somalia o cualquier otro país recóndito azotado por la malaria y el hambre. Aunque nos los recuerde eficazmente los días internacionales de la pobreza. En nuestra selvas de asfalto andaluzas también existe eso que carcome sueños y proyectos. Antonio, ayer, tenía 20 euros en el bolsillo para terminar el mes. Sus ahorros se consumieron en poco más de tres años. Los mismos que han transcurrido sin encontrar un empleo estable. Van de la mano. Desde hace meses las facturas se acumulan, se elevan los gastos. Inevitablemente cada día se convierte en un reto. Hasta tal punto parece que ha llegado la cosa, que se ha llegado a pensar en rifas de riñones, médulas y pulmones por valores de cientos de miles de euros. Es el resultado más extremo de la crisis económica. El perfil de los autores/víctimas parece que es muy variado. Desde españoles en apuros e hipotecas imposibles a inmigrantes en paro sin posibilidades alguna. Incluso chicos o chicas en la veintena.

Vaya tela. Movidos por la desesperación y la falta de perspectivas venden una de las cosas más sagradas; su cuerpo. Y eso que por Código Penal esta castigado con penas de prisión. Antonio no podía facilitarles ni tan siquiera la merienda, aunque parezca increíble, ni siquiera una magdalena para sus hijos. Son historias comunicadas por periodistas que describen la realidad. Como la que escribía Jesús Zotano en este mismo periódico hace unos días al hablarnos de otro Jesús, obligado a mendigar por el «yo y mis circunstancias» de Ortega. Él bien sabe que la calle es una selva. Una lucha permanente.Tiene que ser vivo, astuto, hipócrita. Convive con gente «desesperada». «Vivir en la calle solo se soporta con el alcohol, con la tristeza y la angustia que arrastras, el frío»; decía Pedro. Testimonio duro y cruel como el camino que esta obligado a transitar: Olvidados, abandonados, en la derrota. A ellos y ellas les ha tocado vivir esta dura escena. Una realidad muy cercana. Dudo yo que en Austria o Finlandia se pongan en venta muchos riñones, y eso como compatriota ciertamente frustra. Es la miseria la que golpea. Y en nuestro país por la insensibilidad, irresponsabilidad e inconsciencia de quienes son precisamente los «responsables» de arreglar esta situación, nos encontramos con casos como este. También por la inercia histórica de esa pobreza estructural de lustros. Y ojo. La pobreza está al alcance de todos. Nos puede alcanzar a cualquiera. Miren a esa mujer que desvaída, llamada Olga Onassis, que caída en desgracia, paso de saga millonaria a buscar entre la basura. La dura metáfora griega. Nosotros no podíamos ser menos como mediterráneos. Por increíble que nos parezca. También nosotros somos el país con más licenciados con riesgos de exclusión social de la UE. Y de ahí a las estadísticas. El INE sitúa a una de cada cinco personas en la pobreza. El 21,1% de los hogares viven en condiciones misérrinas. Según Eurostat tenemos cerca de 12,5 millones en el umbral de la pobreza. Según Cáritas en siete años, esta cifra se verá reforzada por millones de pobres más. ¿Qué calificativo le ponemos a esto? Es muy posible que amigos, familiares y vecinos suyos estén o vayan a pasar por este trance. Esto debería ser suficiente motivo como para convulsionar a esta sociedad, para que de una vez nos pusiéramos todos a hacer las cosas correctamente. La razón nos haría preguntarnos ¿quienes son los responsables de que una sociedad tenga miseria?.

«Tenemos que abandonar la costumbre de gobernar en crisis. Mi deseo y expectativa es que todo el mundo haya aprendido que no hay motivos para que no podamos trabajar juntos en nuestros problemas». Estas son las palabras de Obama anteayer al solucionar el tema del «abismo fiscal». Tomen buena nota en este país, en esta comunidad y en esta ciudad que a tenor de los números parece bucear desde hace años en algo más allá que un abismo. Trabajar todos unidos y juntos contra esa lacra que es la pobreza, es algo que se torna en necesario. Inconscientemente o no, lo están esperando miles ciudadanos. Al menos les queda esa condición. La de ciudadanos.

*Javier Noriega es presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) de Málaga