Un grupo de médicos estadounidenses proponen llamar indolentoma al tumor maligno poco agresivo y con un alto porcentaje de curación. Se trata así de evitar la palabra maldita para cánceres poco agresivos o susceptibles de tratarse como una dolencia crónica. En efecto, no es lo mismo decir «tengo un cáncer» que decir «tengo un indolentoma». Indolentoma parece un híbrido de indolente (que no se afecta o conmueve) y de síntoma (fenómeno revelador de una enfermedad). Digamos que un cáncer pequeño es un síntoma indolente. Veremos qué recorrido tiene la propuesta. De una cosa estamos seguros: de que indolentoma, aun triunfando en la lexicología clínica, no devendrá en metáfora. Desde ya decimos que carece de esa capacidad. Nadie, nunca, dirá, por poner un ejemplo, que la burocracia es el indolentoma de la administración. A las palabras nuevas hay que desearles, como a los individuos, larga vida. Cada vez que aparece un término nuevo, debería dársenos la oportunidad de visitarle en el hospital y de llevar flores a los padres (en este caso, al señor Indolente y a la señora Síntoma). Deberíamos felicitarles por el feliz alumbramiento y decir, sin ningún pudor, que la criatura es muy bella. De los recién nacidos se dice eso, que son guapos, puesto que aún no sabemos si son inteligentes. No me atrevería a decir que indolentoma es inteligente, no lo sé, pero no me cuesta nada decir que es guapa. Tiene todo lo que tiene que tener una palabras: sus letras, sus sílabas, su acento, su significado. Ahora bien, tampoco me cortaría de decir a sus padres que carece de capacidad metafórica.

-Siento decirles que indolentoma solo podrá llevar una vida literal.

-¿Y eso qué significa?

-Que no podrá usarse en un sentido figurado.

¿Es eso un déficit para una palabra? Quizá sí. Indolentoma es lista y precisa, pero tiene poca imaginación. Cáncer, poseyendo menos agudeza, es muy fantasiosa. Otra cosa es que nos gusten los delirios de muerte que despierta.