Estos días he compartido congreso con los abogados malagueños y he podido comprobar algo que ya sabía: del indudable compromiso de la mayor parte de éstos con la defensa del estado de derecho y de sus ansias de formarse. Como prueba de ello, ahí está el último Congreso Jurídico de la Abogacía Malagueña, el noveno, que se celebró en Marbella la pasada semana. Más de 1.100 inscritos, el mayor número de su historia, para avanzar en los contenidos que hacen a cada letrado conocer aún más su área de especialidad y ofrecer un servicio de calidad a sus respectivos clientes. En ese foro, muchos se han acercado a este periodista para comentarle la situación que atraviesa la profesión, asaeteada como todos por la crisis, con despachos en vías de extinción y con el acoso del poder político, que ha visto en los togados un enemigo inesperado para toda su batería de reformas, una ofensiva con la que trata de reducir el trabajo de los juzgados a costa de desdibujar los derechos de los más desfavorecidos. Hay quien ya habla de un auténtica revolución neoconservadora, al estilo de las que Reagan o Thatcher hicieron en Estados Unidos y Reino Unido durante los largos y oscuros ochenta. Sea como fuere, esas trincheras que señala el poder político son las tasas, la ley de colegios profesionales o la de justicia gratuita, normas que entrañan graves riesgos para una profesión sumida en un conflicto de identidad importante que ha hallado en la contestación a esas leyes un punto de unión al que llegan letrados de todas las tendencias e ideologías.

Sin embargo, el otro día, cuando el colegio celebró el día de Santa Teresa de Jesús en el Cervantes, por primera vez en su historia, hubo un discurso que no pasó desapercibido, el del letrado José Eduardo López Abad, que, entre otras cosas, llamó la atención a sus compañeros sobre el hecho de que las tasas y otras normas son las trincheras que señala el poder político, pero hay muchas otras. Ése fue, entre otros, uno de los mensajes básicos de un letrado que recibió como algunos otros la Medalla al Mérito al Servicio de la Abogacía. Haríamos bien en tenerlo en cuenta. Por otro lado, también fueron premiados tres letrados, entre ellos el letrado de Familia, Luis Zarraluqui, un monumento jurídico viviente que con su buen humor y su afabilidad siempre ameniza cualquier acto. Destacado también fue el homenaje póstumo que recibió Leopoldo del Prado, histórico comunista y abogado laboralista que siempre defendió los derechos de las clases más humildes. La Medalla al Mérito al Servicio a la Abogacía acaba con una deuda de la profesión para con uno de sus hijos más ilustres, una de las personalidades que sin duda trabajaron por una sociedad más humana. Descanse en paz.