El movimiento de las peñas en Málaga lo está pasando mal. Los peñistas van camino de desaparecer en una ciudad que siempre ha tenido una importante masa social arraigada en estas organizaciones que han servido, en muchos casos, para vertebrar barriadas. Qué sé yo: el Palustre, el Sombrero, Santa Cristina- Tantas peñas que en Málaga han tenido la capacidad de hacer latir el corazón de la ciudad y son ellas ahora las que no tienen músculo que las haga latir.

Tratemos de dilucidar alguna de las razones que pueden estar provocando esta muerte peñista. ¿Ha surgido en los últimos lustros algún colectivo capaz de captar a esos jóvenes que antes se veían atraídos por las peñas y sus actos lúdico festivos? Sin duda. ¿Ha tenido ese colectivo sustitutivo el apoyo institucional? Sin duda. Y la cuestión es: ¿Qué colectivo es este que ha podido absorber jóvenes? Me temo que las cofradías. Sí, las cofradías. Ahora te cuento-

Las cofradías han construido en los últimos años y con la ayuda municipal -gracias a la cesión de solares- grandes casas de hermandad, que se han convertido en centros sociales. La devoción se queda en las iglesias -y en ciertos días del año- y las hermandades, de puertas para adentro, acaban haciendo la misma labor que las peñas: la de vertebrar barrios y ejercitar el miocardio malaguita.

Entre los cofrades se tiende a usar el término peñista de forma despectiva, sin darse cuenta de la viga en el ojo propio. Que las cofradías se hayan arrogado el papel de las peñas no es necesariamente negativo ni peyorativo, es que, simple y llanamente, las hermandades han conseguido cohesionar a sus miembros alrededor de sus salones sociales. Por eso Málaga se despeña, porque hay colectivos que son capaces de hacer su papel.