Fue Elías Bendodo quien, hace un par de años, siendo concejal de Turismo y Deporte, soltó la siguiente perla: «Museos Picasso hay tres en el mundo, pero ciudades donde haya nacido el artista sólo hay una y es Málaga». La reflexión ponía el lazo a una retahíla de críticas sin mucho sentido, de esas que se echan los políticos de distinto signo con el único fin de asegurarse un titular en los papeles del día siguiente, a la gestión y promoción de la pinacoteca del Palacio de Buenavista. El hoy presidente de la Diputación reprochaba a la Junta de Andalucía la escasa difusión del museo, pero lo cierto es que, desde aquel 27 de octubre de 2003, el MPM ha sido visitado por 3,5 millones de personas. En este tiempo, la divulgación de la obra del autor del Guernica ha sido ejemplar, convirtiendo al Museo Picasso en el primer centro museístico andaluz en todos los aspectos. Aprender del camino recorrido por el MPM debería ser una asignatura obligatoria para los responsables de las pinacotecas municipales, en especial el Museo Thyssen, a la hora de, por ejemplo, asentar las bases de su estructura público-privada, proyectar su imagen, trazar lazos con otros centros y encaminar sus pasos hacia el público. Nadie se explica por qué el Palacio de Villalón no abre sus puertas de manera gratuita una vez al mes, o a la semana -además de los consabidos Día de los Museos o Día del Turista-, una estrategia de aproximación que hoy tienen asumida todos los museos del planeta. Lo hará, no me cabe duda, aunque me gustaría saber a qué esperan. Entiendo que la diferencia de presupuesto de uno y otro centro es importante, pero la medida no resulta un gasto inasumible y, sobre todo, ofrece como contraprestación la impagable oportunidad de ser conocido para después poder ser admirado.

Pero tenía en parte razón Bendodo cuando apelaba a la exclusividad que Málaga posee respecto al resto del mundo sobre Picasso. Aunque sea de auténtico perogrullo explicarlo, no por ello es menos cierto que uno sólo puede nacer en un lugar. Así, la Casa Natal del pintor se ha erigido en estos 25 años en el gran buque insignia del binomio Málaga-Picasso. Sin su labor sería imposible imaginar todo lo que ha venido después, incluido el gran museo de calle San Agustín. Pero Málaga no debería conformarse con proteger únicamente el hogar natal del artista y ampliar la ruta cultural -y turística- al abandonado aula de la antigua Escuela de San Telmo, un mágico espacio donde posiblemente se formó parte del estilo del genio cuando era niño. Con su recuperación y puesta en valor nos acercaríamos más a esa marca picassiana que tanto buscamos y que, teniéndola en la narices, no logramos ver.