El «reinado» de Merkel va concretando sus hechuras, que serán las de una forzosa transacción con la competencia para arropar la acción de gobierno en una mayoría amplia. Ha sido la más votada, pero no puede gobernar sola ni le queda otra opción que la del pacto con los socialdemócratas. Es ésta una de las buenas cosas que aún reservan las democracias formales, incluso en variantes más representativas que la de listas cerradas y únicas, generalmente alineada con las causas principales del descrédito de la política y los políticos. Los dos precedentes de «gran coalición» en Alemania pudieron ser malos para una de las dos partes, pero fueron buenos para el país. La de ahora puede ser buena para toda Europa, puesto que Sigmar Gabriel, líder del SPD, anuncia como condición innegociable el impulso al crecimiento y el empleo en la eurozona.

Es la dirección contraria a la seguida por Merkel en el anterior mandato, celosamente endogámico y parapetado en la muralla gris del proteccionismo alemán a despecho del riesgo para el euro y para la UE. Gabriel exige, además, la cartera de Finanzas hasta ahora liderada por Schauble, bastión del conservadurismo merkeliano, porque es la única con derecho de veto en el Consejo de Ministros y, por tanto, titular de una enorme influencia. El fracaso del derechismo en el control de la crisis mundial empieza a manifestarse en estas evoluciones, más cautas que los vuelcos repentinos pero más seguras a medio y largo plazo. Alemania tendrá que arbitrar, también por exigencia socialdemócrata, un nuevo salario mínimo, la equiparación salarial de hombres y mujeres y mayores inversiones en infraestructuras y educación. Junto a la citada estrategia de crecimiento, será puro keynesismo en el paraíso neocon.

Ya era hora. Obama sigue ganando batallas a la caverna republicana y es previsible que les gane la guerra, tanto sanitaria como de estímulo al crecimiento aún a riesgo de inflación. El pulso ha sido duro y oneroso para los dos grandes partidos, pero más para el republicano. Una economista keynesiana sucederá a Bernanke al frente de la Reserva Federal, en paralelo nada casual con la administración progresista de las finanzas alemanas. Gabriel ha retirado de sus exigencias la de elevar impuestos a los más ricos, seguramente por cerrazón innegociable del CDU. Los ricos siguen mandando más que los políticos, pero los estragos sociales de la crisis presagian también en esto un cambio de ciclo. Los que reivindican el despido gratuito están quedando fuera de la historia. A ver si este nuestro país sintoniza algún día con los que generan historia, pero en el momento en que nace, no ahogado en la zaga.