Tienen ya plan para hoy? Menuda preguntita. Imagino que lo tienen todo planificado desde hace días, semanas. Desde que se supo que hoy no era un sábado cualquiera, seguro. Esta tarde (tópico va) se paraliza el mundo por un partido, un simple partido, que no decide nada y que normalmente defrauda así que, aunque me duela, tampoco me voy a perder gran cosa.

En efecto, la casualidad ha clavado el Clásico en el mismo centro de, no una, sino dos bodas y un cumpleaños, lo que convierte a una importante cantidad de asistentes a dichos eventos, en potenciales locutores radiofónicos, marcadores electrónicos o moviolas portátiles durante aproximadamente dos horas de esta tarde. Va a tener su gracia. O ninguna, según las novias. Todo depende de cómo se mire, pero se mire por donde se mire, no deja de ser curioso cómo estos 90 minutos, sean en la competición que sean, se produzcan a las alturas de temporada que se produzcan, son el mejor placebo de una ciudadanía que, como por arte de magia, olvidará durante los mismos la hipoteca, al jefe, a la novia y hasta al mismísimo presidente del Gobierno.

Voces malaguitas y malaguistas se autoproclaman irreductibles y, por mano del mono que pone los horarios de la Liga BBVA, acudirán a La Rosaleda a apoyar a su Málaga ante el Celta de Vigo a la hora del café, sí. Alguno incluso se quedará a aplaudir al equipo a la conclusión mientras que otros muchos saldrán escopetados por los vomitorios de La Rosaleda, derechitos a casa, pero no para resumirle a la parienta cómo ha ido la cosa en Martiricos ni para recordarle que esta noche hay que cambiar la hora, precisamente.

Un Clásico sin niños de gratis en la grada, ya saben, por la decisión de la directiva del club catalán de apostar por la seguridad, y sin el mejor portero del mundo entre palos. Algo extraño. El mejor, sentado en el banquillo, y un montón de corruptos escapando de él. El mundo al revés. El mundo que hoy se para dos horas. El mundo que se olvida de todo esta tarde. El mundo que al día siguiente, enfurecida una parte, exultante la otra, se olvida de que sólo es fútbol y de que, cuando Undiano Mallenco pite el final, la hipoteca, el jefe, la novia y el presidente del Gobierno seguirán ahí.